Se acabó el tiempo de las promesas y llega el de las realidades. Antes de que se emponzoñen las buenas palabras propias de la campaña de las municipales y empiece un intenso fuego cruzado -probablemente ya con motivo del presupuesto que Bugallo quiere sacar adelante para lo que resta de este año, aunque sea de carácter «técnico»- conviene no olvidar, por su calado, dos compromisos previos al 26M apuntados hoy en estas mismas páginas. Seguramente, sus promotores deberán recordárselo con insistencia a los representantes políticos compostelanos a lo largo de este mandato. Uno se refiere al retraso que arrastra el rural de Santiago en cuanto a la dotación de servicios, sobre todo la zona norte, la menos cotizada en cuanto al desarrollo inmobiliario residencial pero la que más se ajusta a la denominación socioeconómica de «rural». La federación vecinal de este ámbito, Ferusa, propuso a los partidos políticos un pacto por el rural, y todos dijeron sí, por supuesto, con las elecciones a un paso. La brecha es grande y muy costoso estrecharla, pero cuanto antes se empiece antes se alcanzará el objetivo. El segundo lo recuerda la secretaria de la Cámara, Rosa Cardeso, y es el acuerdo suscrito por los líderes políticos en el solemne salón de juntas de San Pedro de Mezonzo: se comprometieron, por iniciativa del Foro Cívico, a dejar fuera de la lucha política los grandes temas de ciudad, esos que deben unir a todos los partidos y a las entidades representativas de la capital, para ir todos a una en su consecución. Ambos compromisos deben ser la prueba del algodón de la voluntad de una política de consensos que tanta falta nos hace.