Aun a sabiendas de que no apasiona a los lectores, es necesario abordar en esta columna el árido tema de la negociación de los presupuestos del Concello de Santiago para este segundo año de la pandemia. No voy a entrar en el detalle del legítimo posicionamiento actual de cada uno de los grupos en Raxoi porque, créanme, es lo de menos. Y sí voy a apelar al sentido de la responsabilidad ante el conjunto de los ciudadanos -no solo ante sus votantes-, del que me consta están dotados todos ellos, para rogarles un ejercicio de generosidad. La política no debe ser nunca un problema, sino siempre la vía para solucionar los que aquejan a la sociedad, y es en crisis totales como la que estamos sufriendo cuando el buen ejercicio de la política cobra todo su sentido, cuando los ciudadanos deben esperar lo mejor de sus representantes. Porque no son tiempos de dogmatismos ni de maximalismos, ni de intentos de obtener la migaja del rédito político cuando lo que nos estamos jugando es el mantenimiento de miles de vidas en pie, con sus logros y sus dificultades, como eran hasta hace un año. No valen arrogancias ni prepotencias desde el gobierno, ni ambiciones desmedidas desde las oposiciones. Lo único que vale, y por ello serán juzgados, es su contribución a solucionar los problemas de la gente. Los presupuestos de un concello como el de Santiago no son la panacea, pero como administración más próxima a los vecinos, es el primer recurso al alcance de tantas personas que ven como su mundo se viene abajo y que demandan expectativas sólidas, sin tiempo para los escarceos políticos. Sin más demora, que ya vamos tarde. No les defrauden.