18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Por una confluencia de motivos, en los que una práctica democrática de procura de consensos políticos ocupa un espacio central, Compostela está en condiciones de dar un salto adelante, definitivo, hacia la participación de los ciudadanos en la construcción, día a día, de la ciudad. Viene esta reflexión al hilo de la coincidencia, en este momento, de conflictos que no debieran ser tales si el gobierno local pasase de tener sus fundamentos en la elemental democracia electoral a una real democracia de la ciudadanía, es decir, que el derecho a la participación ciudadana sea motor de la gestión de la ciudad. Siendo conscientes de que no es un paso fácil, porque requiere de generosidad a todos los niveles y de saber escuchar y dialogar -por supuesto, quienes ejercen el poder de representación cada cuatro años son los que ostentan la mayor cuota de responsabilidad-, no solo los conflictos no llegarán a ser, sino que Compostela conformará esa identidad compartida por todos quienes la habitamos que en cuarenta años de democracia aún no está lograda.

Hace ya más de tres décadas pudo haber motivos para un levantamiento «en armas» contra la peatonalización de la ciudad monumental, un cambio entonces radical que muchos vecinos y comerciantes vieron como una amenaza para su forma de vida, llevado a cabo contra viento y marea por un gobierno al que el tiempo le ha dado la razón, sin duda en el fondo, tal vez no en las formas. ¿Tiene sentido un conflicto como el actual por la peatonalización de Mazarelos y su repercusión en la Praza de Abastos? Este plan no puede obviar a los comerciantes, por mucho que el rechazo parezca extemporáneo. ¿Lo tiene el causado en Fontiñas por la ubicación del Instituto de Medicina Legal? En absoluto: tras ceder una vez, el gobierno difícilmente lo hará nuevamente, si no hay motivos razonables, pero deberá explicarlo y convencer a quienes cuelgan las pancartas, con más motivo si hay detrás un tufillo de manejo político, para ponerlo en evidencia. ¿Lo tiene el suscitado por la intención de expulsar las bicicletas del casco histórico? Claro que no: hay margen para la convivencia entre peatones y bicis allí donde pueda haber espacio regulado para las dos ruedas.

El espacio que sí falta es el del ejercicio de la ciudadanía, y ya vamos demasiado tarde.