Enrique Tato, usuario de una residencia de mayores de Santiago: «No somos delincuentes que tengan que encerrar»

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Enrique Tato, residente en la DomusVi de Santiago, se reencontró con su hijo y su nuera tras más de un año sin verse. «Somos usados, pero no viejos», dice el hombre, que se queja de las restricciones de visitas
Enrique Tato, residente en la DomusVi de Santiago, se reencontró con su hijo y su nuera tras más de un año sin verse. «Somos usados, pero no viejos», dice el hombre, que se queja de las restricciones de visitas XOAN A. SOLER

El último alivio de restricciones ha hecho posible que las residencias amplíen las visitas y las salidas con familiares

19 abr 2021 . Actualizado a las 22:57 h.

Enrique Tato no es ningún delincuente, ni tampoco ha cometido ningún crimen para estar encerrado. O eso asegura este residente de la DomusVi de San Lázaro, en Santiago, que ayer se reencontró con su hijo y su nuera después de más de un año sin verse. El alivio de restricciones ha llegado también a las residencias de mayores, que han podido ampliar salidas con familiares: hasta ahora solo estaban permitidas dos escapadas de dos horas a la semana, pero desde esta semana son tres salidas de cuatro.

«Me molesta mucho que nos metan aquí como en la cárcel sin cometer delito. Nosotros no somos delincuentes que tengan que encerrar», insiste Enrique momentos antes de que sus familiares lo recojan para disfrutar de una tarde de sol, visitar el cementerio de Boisaca y acercarse a ver a alguno de sus otros cuatro hijos. Este residente de la DomusVi, que el día 23 cumplirá 88 años y con una cabeza que conserva en perfecto estado, reconoce que el suyo es un grupo de alto riesgo al que hay que proteger, pero no apartar de los demás.

Hasta ahora las salidas estaban limitadas, al igual que las visitas dentro de las residencias (solo podían acudir dos personas, que tenían que ser siempre las mismas). Por eso el reencuentro de Enrique con su hijo, con el que comparte nombre, y su nuera fue algo más que un paseo de sábado: llevaban desde marzo del 2020 sin verse a causa de los períodos de aislamiento, las restricciones y las complicaciones para cuadrar horarios entre semana con el trabajo.

Ahora la situación es bien distinta, sobre todo gracias a los dos dosis de la vacuna que ya ha recibido, con muchas ganas, Enrique Tato. «Cuando nos dijeron que nos iban a vacunar, no tuve ninguna duda. ¡Aquí estoy!, les dije. De chaval ya puse la de la viruela y creo que esto es necesario. No sé quién soltaría el virus por ahí, pero nos va a dar la lata por un tiempo», señala este antiguo trabajador del viejo Hospital Xeral de Galicia, donde pasó 26 años en el departamento de contabilidad.

Crucigramas y WhatsApp

Con el relato de su día a día, sobre todo de los que vivió durante los peores momentos de la pandemia, se entiende que este santiagués pida que no se limiten las visitas en exceso. «Los periódicos los leo, mal que pese [apunta el hombre en relación a las malas noticias]. Por la mañana uno y por la tarde otro, porque si no, no hay por donde coger el tiempo. Voy alternando: enciendo la televisión, la apago o hago crucigramas», explica. Y el contacto con otros residentes también ayuda, sobre todo después de estar un par de meses comiendo solo en su habitación a causa de los protocolos de aislamiento.

A sus casi 88 años, Enrique se vale de su teléfono móvil para estar en contacto con el resto de su familia —que lo han visitado cuando se ha podido— y amigos de Aguiño. «Con mi hijo hablo todos los días por teléfono y con mi nieta nos mandamos fotos por WhatsApp», cuenta momentos antes de hacerse una con su hijo y su nuera. «Ahora con las mascarillas lo malo es que no se nos ve la sonrisa», bromea Enrique.