Compostela despide una de las semanas más duras en muchos años. Ni la pertinente recuperación del debate sobre la tasa turística. Ni la agradecida puesta en marcha de los descuentos en el transporte público. Ni el zafarrancho doméstico que moviliza la vuelta al cole. Nada puede acallar el eco del trágico accidente que golpeó a Santiago en la mañana del martes pasado. El bombero Jorge Corbacho perdió la vida a los 25 años de una manera dramática, pero, sobre todo, inexplicable y, por ello, si cabe, todavía más dolorosa y lamentable. Porque es el cúmulo de pequeñas circunstancias que coincidieron en el fatal desenlace lo que la hace más penosa. Y duele porque castiga a uno de los colectivos más queridos en Compostela. Muchas veces se habla de decisiones, de proyectos que hacen ciudad. Pero lo que realmente sienta sus cimientos son sus ciudadanos y sus servicios. Y ahí los bomberos son parte central de esa red de seguridad que es imprescindible para que todo funcione, aunque apenas reparemos en su presencia. Por eso todavía nos conmueven las imágenes del acto celebrado el miércoles en el Obradoiro, una convocatoria para honrar la memoria del joven fallecido en Aríns que derivó en un homenaje de Santiago a todo el cuerpo, a sus bomberos. Aseguran en Raxoi que, en prácticamente 160 años de existencia del parque, no consta precedente de una muerte en acto de servicio. Eso hace la primera aún más dolorosa.