El bonsay, la oda a la paciencia y al ritmo de la naturaleza, toma Santiago
SANTIAGO
Sesenta composiciones se exhiben durante un congreso internacional en la Cidade da Cultura
15 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Cultivar bonsáis, la tradición japonesa que reduce árboles y plantas a tamaños que nada tienen que ver con su naturaleza, no es una afición apta para personas muy inquietas, pero precisamente por eso sirve para ejercitar la paciencia y para comprobar en carne propia que la naturaleza tiene su ritmo y sus caprichos. Como ejemplo basta decir que tras el crecimiento de una rama puede haber diez años de trabajo.
Averiguar cómo el ser humano consigue transformar enormes pinos, arces o sabinas en ejemplares de poco más de un metro de altura potenciando al máximo su belleza es algo que ayer pudo disfrutarse en el Centro de Innovación Cultural (Cinc) del Gaiás durante el Congreso Internacional de Bonsái que hoy se clausura a las 14 horas.
Sesenta composiciones, algunas con varios ejemplares que se reparten por espacios del Cinc, demuestran la potencialidad de este arte, que durante la pandemia multiplicó adeptos y que en Compostela y su entorno tiene nombres de referencia como Alberto Baleato (Val do Dubra), José Luis Valiño (Padrón) y Juan Liñares (Santiago y afincado en Silleda). Este último colabora en la celebración del congreso con Alberto Baleato y Carlos Fernández, promotores de un encuentro que incluyó demostraciones sobre cómo crear un bonsay y cuidarlo, además de conferencias sobre cultivos, prevención de plagas y fundamentos de diseño y estética.
Con una semilla o un esqueje
«La forma de hacer un bonsay es muy diversa, puede ser a partir de una semilla o del esqueje de una planta», explica Liñares, que calcula que en Galicia hay varios centenares de amantes de este arte, parte de los cuales pertenecen a clubes en los que comparten conocimientos, éxitos y también fracasos. Como experto en esta materia resalta que «para hacer un bonsay la virtud principal es la paciencia, porque no es algo como esculpir o pintar, que depende de ti». «Nosotros trabajamos con la naturaleza, que tiene sus ritmos. Debes darle tiempo al árbol para que se recupere de lo que le vas haciendo y tú tienes que ir evolucionando y adaptándote a él», añade, a la par que invita a acercarse hasta el Gaiás para ver algunas transformaciones de los invitados de honor de este año, Rubén Ciézar y Lorena Vilas.
«Ti queres que medre, pero vai ao seu ritmo e non te decatas dos cambios»
Rafael Ulloa González, de O Barco de Valdeorras, fue uno de los muchos participantes en el congreso sobre bonsáis, ya que se aficionó a su cultivo durante la pandemia y desde entonces sigue perfeccionando sus conocimientos. Además de acudir a varias conferencias y demostraciones, y asombrarse con algunas composiciones que formaban parte del encuentro, adquirió un ejemplar, un olmo neri, para aumentar una colección en la que destaca un granado que cada vez que da fruto le regala una alegría enorme y un montón de fotografías que comparte con familiares y amigos.
«Empecei para pasar o tempo», reconoce, y tras engancharse a esta práctica confirma que ha reforzado su paciencia e incluso ha cambiado su forma de ver el mundo: «Ti queres que o bonsái medre, pero el vai ao seu ritmo. Estás a miralo de seguido e paréceche que está igual, pero ao final é como ver medrar os fillos, ti non lles notas nada ata que a alguén lle chama atención de canto creceu o neno, e entón decátaste dos cambios».
Con su nuevo reto bajo el brazo, Rafael Ulloa reconoce que hay mucha técnica detrás de cada bonsay que sobrevive. «Eu, como case todo o mundo, comecei collendo unha planta do monte dando por feito que prendería, pero morreu aos quince días. E dáste de conta que as cousas hai que facelas no seu tempo, non cando queres ti. Aprendes que hai unha tempada para cada cousa», detalla.