Emborronados

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

19 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Compostela tiene mucho que perder si no cuida su imagen pública. Y no es que, siendo por historia una ciudad bella, esté obligada a ello, que también, sino porque el respeto al entorno, sea natural o construido, es el respeto a nosotros mismos. Por eso es de celebrar que los profesionales encargados de mantener limpia la ciudad hagan una lectura positiva de la evolución de las pintadas que nos dañan, hasta el punto de que las acciones requeridas para su limpieza hayan caído en los primeros diez meses de este año a los niveles más bajos desde hace dos décadas. Ahora bien, a usted, amable lector, le bastará fijarse mínimamente a lo largo de sus andares por cualquier parte de la ciudad, sea el centro monumental o los barrios periféricos, para verificar que hay mucho contestatario y artista fallido con ansias de eternizarse al dejar sus improntas en paredes, puertas, cristaleras, persianas metálicas y cualquier otro elemento visible de los inmuebles privados, sean residenciales o de negocio. Y lo cierto es que no hay motivo para que se consoliden, porque el Concello da facilidades para eliminarlos. En muchos casos, le saldrá gratis al propietario o propietarios, basta con molestarse en hacer una llamada. No debemos dejar que esos actos vandálicos, que son delito cuando se ensañan con el patrimonio, se propaguen por la ciudad y queden ahí durante años. Y si no se demanda, el propio Concello debería actuar de oficio y movilizar a la concesionaria de la limpieza para devolverles la dignidad a esos espacios privados. Es obvio que la ciudad, como capital de Galicia, es caja de resonancia de múltiples y legítimas manifestaciones cada semana, incluso cada día, pero los compostelanos y quienes nos visitan no tienen por qué pagar el pato de sus desdichas. También a ellos se les debe exigir civismo. Por cierto, al tiempo que conocíamos el positivo balance de Urbaser, los bomberos comarcales hacían sonar con estrépito sus reivindicaciones por el centro de la ciudad hasta el Obradoiro, donde, ante los medios de comunicación, se afanaron en recoger los desperdicios de su protesta cuando concluyeron. Lamentablemente, no hicieron lo mismo con la abundante papelería que esparcieron y dejaron pegada por doquier en tres kilómetros de recorrido.