Una pareja de militares se pasa a la repostería y abre Chuore en Compostela, donde hacen unos churros artesanos «muy ligeros y poco indigestos»

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

En Chuore hacen sus «canelitos» todos los días.
En Chuore hacen sus «canelitos» todos los días. Sandra Alonso

Domi y Moncho reinventan un clásico bañado en cinco tipos de chocolates y también ofrecen «cinnamon rolls», entre otras delicias para endulzar la vida

29 nov 2023 . Actualizado a las 08:28 h.

Domi Domínguez y Moncho Pérez son de esas personas que persiguen sus sueños. Militares de profesión, esta pareja afincada en Teo tenía un proyecto en la recámara desde hacía tiempo. «Desde el 2015», concreta él, con dos décadas de servicio en las fuerzas armadas a sus espaldas. Ella se prejubiló el año pasado y juntos decidieron convertirse en socios —no solo en el ámbito sentimental, también en el laboral— para empezar a amasar su futuro. Este mismo mes abrían en Santiago, en la céntrica calle de A Senra, Chuore, donde se han propuesto reinventar un clásico como el churro, además de ofrecer otras tentaciones para los más golosos. De ahí la segunda parte de su nombre, una contracción de churros y la palabra inglesa more (más), a la vez que hace un guiño al cuore (corazón) puesto en su pequeño negocio.

«La idea era darle un vuelco al churro tradicional y empecé a estudiar cómo imprimirle un toque más gourmet, desde la masa a la presentación. Como militar, viajé por medio mundo y siempre me llamó la atención cómo en América a una magdalena de 20 céntimos le ponen decoraciones, lo llaman muffin y acaba valiendo 3,50 euros. En España tenemos el churro, que es muy popular, pero está también muy denostado. Queríamos llevarlo a otro nivel y hacemos un churro artesano, con masa fresca, que trabajamos a mano kilo a kilo al momento y no le da tiempo a fermentar. Cuidamos los ingredientes, siguiendo la receta original, por lo es un producto vegano que lleva lo básico, sin aditivos ni conservantes: harina, una pizca de sal y agua. El aceite se cambia cada tres días y la temperatura de la fritura es de 200 grados, de forma que no entra aceite dentro y queda crujiente por fuera, cremoso por dentro y nada aceitoso, muy ligero y poco indigesto», comenta este emprendedor criado entre A Pobra y Marín. Se sienten especialmente orgullosos de que «mucha gente que dejó de tomar churros porque les repetían y producían indigestión, no solo han vuelto a comerlos sino que los compran por cajas y se llevan dos o tres docenas».

A la muxiana, dice, siempre le gustó la repostería y tiene buena mano para la cocina en general. Ella es la ideóloga de su otro producto estrella, llamado canelito. Se trata de una receta modificada de los típicos cinnamon rolls (unos rollos de masa con azúcar y canela; en este caso, no veganos) para que sean más esponjosos y elaboran tres variedades a las que añaden toppings al gusto: el canelito glaseado, de crema de queso dulce y de manzana. Tanto estos como sus churros se pueden bañar en hasta cinco tipos de chocolates y combinados como uno desee (negro, blanco, con leche, chocolate de pistacho y de dulce de caramelo con cacahuete). Además, cada semana proponen otros dos diferentes para aquellos que disfrutan probando nuevos sabores —ahora, por ejemplo, tienen salsa de Lotus y Filipinos blancos—.

Cuenta la pareja que, en ventas, el churro va ganando la partida, aunque sí han observado que «hay gente que viene de otras partes de Galicia exclusivamente por nuestros canelitos, porque están empezando a coger cierta fama por internet». El packaging es otro acierto, según comentan los clientes, subrayan desde Chuore: «Además del cono, diseñamos una caja que permite llevar en una sola mano media docena de churros y nuestro café o chocolate, de modo que te queda la otra libre».

La intención de esta pareja, que ronda los 40 años y tiene dos niñas pequeñas, es involucrarse ambos al cien por cien en el establecimiento y ver, dentro de unos meses, si pueden contratar a algún empleado como refuerzo. Por ahora, superan el reto de la conciliación laboral y familiar con el apoyo indispensable de los abuelos de sus hijas y dándose un día de descanso (el domingo). El horario irá variando en función de cómo vaya la demanda, para adaptarse a ella. ¿Y por qué eligieron emprender en Santiago y no en cualquier otro lugar? «Porque es la capital de Galicia y un sitio que siempre nos llamó la atención, con una gente súper acogedora. Y así nos lo han demostrado estas tres primeras semanas. Todos los vecinos han venido a interesarse por nosotros y a desearnos suerte. Hay muchas empresas por la zona que ya vienen aquí a por su desayuno. Por ahora no tenemos ninguna mesa, sino que funcionamos como take away. La mayor parte de los clientes son de aquí, tanto mayores como estudiantes de los institutos y universidad. También vienen personas de otras partes, como de Ordes para probar nuestros churros o canelitos, y sorprendentemente hay muchos coreanos. Vienen, sobre todo, a grabar. No sabemos dónde publicaron algo sobre Chuore y se ha corrido la voz entre ellos», responden. El reto en su arranque es que atraviesen la puerta del local y descubran que no son una simple churrería, sino mucho más. 

Para sus chocolates tienen un convenio con una empresa con sede en Alemania y fábricas en otros países como Bélgica. «El chocolate de pistacho es un furor», asegura Moncho, y su chocolate negro «es vegano y no tiene casi nada de azúcar», indica. De cara a las Navidades, avanza, tendrán entre sus salsas un par inspiradas en los bombones Ferrero Rocher y Raffaello.