Cuarteles

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

18 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Por suerte, arrancaron de verdad las obras del cuartel de la Guardia Civil en ese solar que ahora mismo presenta un aspecto lunar que hasta asombra. Cierto es que el desmonte de las instalaciones anteriores no fue coser y cantar puesto que hubo que respetar una legislación ecológica exigente (a Dios gracias), pero las barracas en que están trabajando ahora mismo los agentes distan unos cuantos años luz de la idoneidad. Se irán provisionalmente a una nave, e iba siendo hora.

Quizás cuando se levantó aquel complejo la mayoría de los funcionarios con pistola residían en uno de los pisos de las viviendas. Hoy muchos (allí dicen que la mitad) permanecen deshabitados. Para ser sinceros, y sin ánimo de molestar a esas familias porque ellas no tienen culpa, su aspecto despierta un sentimiento de tristeza.

Podría pensarse que se trata de un caso aislado y particular, pero es que los pequeños cuarteles, fundamentales en la comarca, no reciben muchos mimos. Hace unos meses estas mismas líneas iban dedicadas a la imagen tercermundista del de Sigüeiro, que entonces contaba con seis agentes, dos de los cuales residían en ese edificio. La entrada era lastimosa, con agujeros donde cabe una mano (no es una manera de hablar, vaya y compruébelo) en la fachada. ¿Se ha hecho algo? Nada.

Seguro que, si siguen residiendo allí, esos guardias civiles y sus familias tendrán su hogar tan acogedor como cualquiera, pero esa primera impresión de que las paredes caen a pedazos no hay quien se la quite al recién llegado. Porque es indigno tener ese cuartel así mientras se hacen carísimas autovías para ir a la playa. Excepto, claro, que desde Madrid se haya decidido dejar caer el cuartel de Sigüeiro.