José Antonio López: «Estamos teniendo un final muy emotivo que nos deja muy contentos»

manolo fraga SANTIAGO / LA VOZ

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Sandra Alonso

La Zapatería Loher baja la persiana por jubilación tras 44 años abierta

17 abr 2024 . Actualizado a las 10:42 h.

Desde que la Zapatería Loher puso el cartel de cierre por jubilación, no dejan de pasar clientes, proveedores y amistades para despedirse del establecimiento que lleva 44 años abierto en el Ensanche santiagués. Historias y anécdotas de toda una vida profesional se le atropellan en la boca y en el corazón a José Antonio López Gómez (Los Ángeles-Brión, 1948), que abrió el comercio en un bajo que había comprado su padre en la calle Montero Ríos. «Confiábamos en que podía funcionar, pero pensando en que, si no iba, se cerraba y punto. Y los comienzos fueron duros por diversas circunstancias, pero poco a poco nos fuimos consolidando y hasta hoy», según afirma el veterano comerciante.

Corría el año 1980 cuando Loher abría sus puertas, José Antonio se casó al año siguiente con Rosario Pais Leis y, entonces, ella, que había estudiado Trabajo Social, se incorporó a la tienda; de tal forma que ambos llevaron las riendas hasta el final de la actividad. A Charo se le humedecen los ojos al hablar de la cantidad de gente que pasa estos días a saludarlos, felicitarlos y agradecerles tanto tiempo al pie del cañón. «Estamos teniendo un final muy emotivo, con una sinceridad de la gente que nos deja muy contentos. Nos sentimos inmensamente agradecidos», subrayan conjuntamente. Al poco tiempo de la apertura, empezaron las obras del Hotel Araguaney. «Ghaleb (Jaber Ibrahim), su promotor, pasó por la tienda y nos dijo ser consciente de la incomodidad y posibles perjuicios derivados de la construcción que se iniciaba enfrente; pero también nos dijo que, una vez terminado el hotel, sería beneficioso. Y ya lo creo que fue así. Hemos vendido muchos zapatos a sus huéspedes y a tantas personas que nos mandaba él. Recuerdo los tiempos de cuando se alojaban aquí las tripulaciones de Iberia o Viasa, los artistas que venían a los programas de la TVG… Y los turistas en general. Aún hoy, una pareja del hotel compró dos pares en la tienda», tal como rememora López a pocos días de echar el cierre.

Durante años Loher fue el comercio que suministraba a la Xunta de Galicia el calzado de su personal, y «cuántos» hijos se han hecho clientes tras haberlo sido sus padres, así como universitarios de fuera que, cuando vuelven por Santiago, también se pasan por la tienda, relata el empresario. «Tenemos clientes de muchos años, muy fieles, pero el negocio ha cambiado por la venta por internet, y porque la gente hoy viaja mucho y también compra fuera. Y claro que hubo altibajos, ya no digamos en la pandemia», según advierte. «Pero disfruté mucho vendiendo zapatos, partimos de cero y fuimos logrando metas que jamás habíamos pensado. El secreto está en atender a toda la gente por igual, y en un buen producto. No hay más», añade José Antonio López con orgullo y satisfacción.

De vuelta a los orígenes, su abuelo había tenido una zapatería en Negreira, a donde lo llevaba su madre los domingos, que era día de feria. «La verdad es que yo poco ayudaba, porque me dedicaba a jugar con las pelotas de goma que venían con los calzados Gorila. Pero se vendía mucho. La gente venía de las aldeas con un palito, que era la medida interior del zapato, y ya ni los probaban», indica.

Preguntado, finalmente, por cómo se lleva una relación tan estrecha, trabajando el matrimonio toda la vida en un espacio reducido, José Antonio responde muy favorablemente: «Charo se adaptó muy bien a la tienda y nuestra relación se fortaleció. No veíamos un muestrario sin estar los dos. Y lo que salía mal, como lo que salía bien, lo vimos siempre como una responsabilidad compartida». Como cantaba Machín, toda una vida me estaría contigo.