Él pasó de trabajar en la fábrica de Famosa a hacer las manos más solidarias y amistosas del Camino de Santiago
SANTIAGO
Mocho empezó a regalar estas figuras de plástico en el 99 y ya hay por el mundo un millón y medio, calcula, aunque ni se compran ni se venden
21 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Durante casi 40 años José Sanchís, más conocido como Mocho y natural de Onil (Alicante), trabajó en la fábrica de muñecas de Famosa. Además, cuenta, «toda mi vida he ido a campamentos con niños de la comunión y les hacía con maderitas bastones, botes para dejar los lápices o cualquier invento para que lo coloreasen». Con este bagaje, y tras recorrer por primera vez el Camino de Santiago en aquel exitoso año santo del 93, el alicantino volvió a la ruta jacobea en el 99 para vivir la experiencia en solitario, cargado un puñado de manos de plástico en forma de llavero que cambiaban de color en función del tiempo (si hacía calor eran amarillas y con el frío se volvían rojas). «Yo tenía entonces relación con matriceros y gente que podía hacerme moldes y se me ocurrió esta idea para regalar, como detalle, a la gente especial que encontrase en el Camino. En poco tiempo, empezaron a expandirse y nunca imaginé que cogerían tanta fama», explica un hombre que ha hecho ya cerca de un millón y medio de las llamadas manitas de Mocho, convertidas en un símbolo de la amistad entre peregrinos.
Su artífice aclara que estas figuras de apenas tres centímetros no tienen ningún valor económico, son un obsequio, que ni se compra ni se vende, como la amistad, aunque para cubrir los costes de fabricación y envío —que siempre puso de su propio bolsillo— acepta donativos. En un comedor de su casa tiene este valenciano de 69 años su mesa de trabajo, donde organiza los encargos que le van llegando al móvil desde Bélgica, Estados Unidos, Rusia... En sus viajes, él mismo hizo llegar sus ya icónicas manos a la India y es habitual que se intercambien en el Camino. «Jamás en mi vida pensé que esto podría llegar a coger esta dimensión», reconoce Mocho, quien ha recorrido 17 veces el Camino y contribuido en cada una de sus expediciones a que el aprecio adquiriese por estas rutas forma de mano. En una de ellas conoció a Amparo, una de las responsables de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer (Aspanion), y surgió desde entonces una colaboración solidaria.
«El dinero que dona la gente yo lo utilizo para cubrir gastos y, cuando veo que he reunido un excedente, se lo hago llegar a ellos. Además, he enviado algún lote de manos a distintas asociaciones autorizándolas en estos casos a venderlas para obtener fondos», indica Mocho, quien conserva con cariño en su vivienda una gran mano que se creó para una falla en Villarreal y acabó siendo indultada de la quema. Entre las anécdotas que siempre cuenta Mocho está la que marcó un antes y un después en esta iniciativa: Yo siempre he sido muy sensible al tema de los niños. Y me pasó algo muy especial haciendo Camino. Por Sarria, adelanté a un matrimonio con un niño con síndrome de Down. Recuerdo que llevaba una mochilita roja pequeña y que iba cogido de la mano de sus papás. Yo llevaba justo una manita en el bolsillo, se la casi sin pararme y le dije: "¡Toma campeón, que eres un niño muy grande. Buen Camino!". Más adelante paré para almorzar y sentado allí veo venir a los tres. El niño se soltó de sus padres y vino hacia mí. Yo me puse de pie y se lanzó a mis piernas para abrazarme. Nos quedamos allí como tres magdalenas llorando con la emoción. Aquello me abrió los ojos. La mano no vale nada. Es un pedazo de plástico, hasta que se convierte en un gesto de cariño», observa un alicantino que ya planea su próximo Camino. Será desde Tui, acompañado por un grupo de parejas amigas, aunque antes de eso visitará de nuevo Compostela para recibir la medalla de una cofradía jacobea, este mismo viernes a las 19.30 horas en la Catedral.