Vamos a tener que acostumbrarnos a los episodios meteorológicos extremos (en la modesta medida de lo que para estas latitudes puede considerarse «extremo»), en especial los relacionados con el agua. Lluvias torrenciales en muy cortos períodos de tiempo, como las sufridas el pasado miércoles o el 21 de septiembre del año pasado, que en apenas diez minutos anegaron muchos puntos de la ciudad, o las sucesiones de borrascas, llámense Aitor, Kirk (por citar las más recientes) o como toque bautizar a las que lleguen, van a seguir poniendo patas arriba a esta Compostela que a lo largo de su historia tanto se ha enorgullecido de su convivencia con las lluvias amables que hasta ha convertido esta seña de identidad en eslogan. Claro que una cosa es el orballo sobre la piedra con sus destellos de ámbar y otra las vías urbanas convertidas en grandes piscinas, el dócil Sar desbordado en todo su recorrido y el agua arrasando los bajos de las casas y locales de negocio. Por eso hay que estar preparados para asumir estos episodios como frecuentes y que la ciudad pueda resistirse al caos. Pese a los enormes esfuerzos que realizan las concesionarias, en especial Viaqua y también Urbaser, para mantener limpios los imbornales y las redes de pluviales y saneamiento en la treintena de puntos señalados como reiteradamente inundables, es obvio que esta labor preventiva no es suficiente; y también se requiere constancia para mantener limpios los cauces del Sar y el Sarela. Sin embargo, estos son unos cometidos para ir tirando, porque el problema no se va a encauzar mientras sigan sin realizarse las mejoras estructurales necesarias para corregir la insuficiente capacidad de la red. Son obras de gran alcance y muy costosas, pero que hay que ejecutar cuanto antes. Y aquí chocamos, una vez más, con los problemas de gestión de los servicios municipales que paralizan su modernización. Nada se va a poder hacer hasta que el Concello tome una decisión sobre la gestión del ciclo del agua, que habrá de tener en cuenta estas necesidades costosísimas, por no citar la extensión de la red en la zona rural. Con el contrato del agua vencido desde hace un lustro, seguimos a la espera. Raxoi no consigue ni achicar el problema de la rotonda de Vieiro, en Fontiñas, todo un símbolo de su incapacidad.