
Sus titulares son los profesionales más cercanos a una clientela a la que conocen de años, aconsejan y dan alertas al sistema público de salud con programas como el que anticipa la evolución de la gripe a partir de la venta de test y medicamentos
01 abr 2025 . Actualizado a las 12:04 h.Son el primer eslabón de la sanidad, con una red que llega a los rincones más recónditos de una geografía diseminada como la gallega. Las farmacias son el nexo más directo con el paciente, con una relación personal en las pequeñas oficinas farmacéuticas rurales que pueblan el área de Santiago. Porque en todos los municipios de la zona se puede encontrar al menos una, hasta conformar una red con 78 establecimientos en los 24 municipios del entorno de la ciudad, que suma otras 68, de acuerdo a los datos del Colegio Oficial de Farmacéuticos de la provincia de A Coruña. Son once en Ames, siete en Teo y cinco en Ordes, como municipios con mayor número.
Silvia Represa, profesional en Tordoia, es la vocal de oficinas de farmacia del colegio coruñés. Desde su experiencia, relata las principales funciones de las boticas rurales: «Atendemos sobre todo a pacientes crónicos, de edad avanzada y con pluripatología, con una población muy dispersa»; al terminar el horario de los centros sanitarios, se convierten en la referencia más accesible para los pacientes: «Las farmacias somos el eje vertebral de la sanidad y de la asistencia sanitaria en los municipios rurales, adonde el paciente acude en primera instancia, abiertos toda la semana». En su farmacia, abre los sábados y domingos por la mañana, y son jornadas especialmente propensas para resolver consultas farmacéuticas sobre patologías o tratamiento con medicamentos no sujetos a prescripción médica.
Represa destaca como una de las principales ventajas de las farmacias rurales la cercanía al paciente: «Los saludo por su nombre y apellido, conozco a su familia y, lo más importante como profesional sanitaria, me conozco todos sus tratamientos». Esa cercanía y confianza es clave para propiciar una adherencia terapéutica que redunda en menos visitas a urgencias e ingresos hospitalarios relacionados con los medicamentos. Los farmacéuticos, añade, no solo los dispensan, también ven sus posibles interacciones y efectos adversos: «Somos profesionales sanitarios orientados a la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud. Tenemos mucho que decir en la educación sanitaria del paciente».
Ya lo hacen. Participan en tres programas con la Consellería de Sanidade: desde el 2022, el del Sistema Personalizado de Dosificación (conocido comúnmente por preparar los pastilleros), que facilita esa adherencia terapéutica para seguir los tratamientos y que sean efectivos; desde enero, son 70 las farmacias centinela (30 en A Coruña) las que anticipan la evolución de la gripe a partir de la venta de test de antígenos y de medicamentos; y desde febrero, se sumaron a la dispensación de medicamentos no demorables.
Son funciones de una tupida red que demostró su importancia en la pandemia, cuando no cerró en ningún momento y siguió al lado de sus pacientes haciéndoles test de covid: «En esa época se reforzó el valor profesional y sanitario del farmacéutico», señala Silvia Represas. Un valor que estuvo siempre y que sigue ahí.

Sara Catrain, Presidenta del Colegio de A Coruña: «Teníamos un matrimonio que venía en tractor»
[Á. Sevilla] Las farmacias se han convertido, en el rural del área metropolitana de Santiago de Compostela, en la primera puerta de entrada a la sanidad pública. En algún caso, en la única. A ello se agarra Sara Catrain, presidenta del Colegio de Farmacéuticos de A Coruña (COFC), para defender que la actual red de boticas debe preservarse. Hasta las últimas consecuencias. Sin dudarlo.
—¿Entender la farmacia como un dispensador de medicinas ha quedado obsoleto?
—Sin duda. La farmacia es el lugar que más cerca está de la salud del ciudadano. Entre otras cosas, porque no tiene que pedir vez ni esperar, y también porque la atención primaria está colapsada. Desde el punto de vista de la salud pública, estamos haciendo un montón de cosas, como el control de datos estadísticos sobre la gripe. También con cribados de ciertas enfermedades, como el de cáncer de colon. Nosotros, además, podemos explicarle a la gente la importancia de que participen y también de que se vacunen.
—¿Lo agradecen los clientes?
—Sin duda, sobre todo la gente mayor. Hay mucha gente que va al médico y no saben qué les han recetado. Los mayores se ponen tan nerviosos que la mitad cuando llegan a nosotros desconocen qué deben tomar. Somos nosotros, que los conocemos desde hace años, los que les explicamos los cambios de medicación, cómo deben tomarla, comprobar que están siguiendo la pauta adecuada con los antibióticos... También les proporcionamos claves sobre alimentación saludable porque, incluso en el rural, la gente toma muchísimos productos procesados. Los médicos les dicen que tienen que bajar los hidratos y tomar más proteína, pero no saben lo que son. Somos nosotros quienes se lo explicamos.
—La cercanía siempre es un valor.
—Sí, lo ves incluso en gente mayor que viene a menudo y que sabe perfectamente cómo tomar su medicación, pero llega un momento en que hay un clic y empiezan a tener dudas. Entonces te toca avisar a servicios sociales, o al médico de cabecera o a su familia. Teníamos a un matrimonio de Carcacía que venía en tractor. Eran muy simpáticos, pero llegó el momento en que esa degeneración cognitiva hizo mella y dejaron de venir. También estás en esas cosas. Hacemos mucha labor de campo, a veces mucha más de la que la gente piensa.
—¿Se han convertido en la muleta de la atención primaria?
—Sí, pero a mí no me parece mal porque creo que nosotros también formamos parte de la atención primaria. Lo que sería estupendo es que pudiéramos tener una mayor agilidad para contactar o hablar con los médicos de familia. Hay momentos en que ves cosas extrañas en las recetas y puedes creer que es una equivocación. Tienes la posibilidad de bloquear un fármaco, pero ¿y si está bien? Necesitamos un contacto más directo. Ese canal lo hemos pedido y desde el punto de vista tecnológico es posible. Creo que sería eficiente y descargaría mucho trabajo que recae en los centros de salud. A veces la papeleta que tiene que resolver el médico ya la podríamos abordar nosotros. Ahora hemos sacado adelante el proyecto de medicamentos no demorables y vemos que está funcionando muy bien.
—¿Es fácil para una farmacia sobrevivir en el rural?
—Hay algunas que realmente viven con unos recursos muy limitados. Están las llamadas VEC, por viabilidad económica comprometida, a las que el Gobierno les abona una cierta cantidad de dinero para evitar que cierren. Hay algunas que si lo hicieran, los vecinos se quedarían sin un servicio que seguramente sea el único sanitario de su localidad. A veces es como una tormenta perfecta, ya que el rural también se está despoblando y eso influye. Después, la farmacia hospitalaria es la que dispensa muchas moléculas innovadoras y, si seguimos así, nos acabaremos quedando con cuatro. Pero la luz, el agua, el teléfono y el personal tienes que pagarlo. Hay situaciones muy complicadas, pero el señor que vive en una aldea tiene el mismo derecho que uno de Santiago de Compostela. Cada vez es más complicado y la viabilidad se compromete por todo eso que comento. Creo que tenemos que hacer un esfuerzo, debemos usar todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance para que ese tejido no se destruya, porque también ayuda frente a la soledad no deseada.
«Las farmacias podemos ser una gran ayuda para el sistema sanitario»
[Uxía López] La farmacia Baltar de Padrón es una referencia del sector en Galicia por su antigüedad. Es la tercera con más años de actividad, 209, y su actual titular, Óscar Baltar Bescansa, de 47 años y sexta generación de la familia fundadora, regenta el establecimiento desde el 2009, cuando se jubiló su padre Óscar, ya fallecido. El actual titular reúne, además, dos tradiciones de farmacéuticos, Baltar y Bescansa, la primera por su padre y la segunda por su abuelo materno, José María Bescansa Martínez, de la familia compostelana.
Desde que regenta la farmacia y hasta la actualidad, el titular fue testigo de numerosos cambios en el servicio, pasando de ser meros dispensadores de medicamentos a pieza fundamental del sistema sanitario. «Podemos ser una gran ayuda para el sistema, tal y como está la atención primaria, saturada y con listas de espera tan grandes, teniendo en cuenta además la potente red de farmacias que hay», señala Óscar Baltar, quien resalta que las boticas tienen cada vez más peso en la sociedad.
Desde que él está al frente del establecimiento, recuerda especialmente la pandemia, que fue «muy dura. Como el colectivo de sanitarios, estuvimos ahí al pie del cañón; no sabíamos a qué atenernos y tenías que volver a casa con tu familia», rememora. En Padrón, además, constata que los peregrinos son, cada vez más, una parte importante de los usuarios del servicio y que cada vez llegan más temprano y los hay hasta más tarde. Muchos peregrinos y a cualquier hora del día, por lo que desde hace un par de años o más, la farmacia no cierra a mediodía.
Detrás del mostrador, el farmacéutico también constata el envejecimiento de la población del concello y comarca y lo notan, además, porque son una de las pocas farmacias y ortopedia oficial que hay en Galicia, de modo que también registran cada vez más demanda de sillas de ruedas y andadores. Además, la esperanza de vida es mayor, recuerda Óscar Baltar, y para esas personas y, especialmente, para las que no se valen por sí mismas, residen solas o están poco acompañadas, la botica es una de las más del medio millar de Galicia que ofrecen el servicio personalizado de dosificación, más conocido como pastillero, para llevar la pauta por días.
El farmacéutico también destaca el último servicio de renovación excepcional de medicamentos, en el que la farmacia es parte fundamental para poner al paciente en contacto con el médico para quienes necesiten una receta no demorable. De este modo, Óscar Baltar cree que las farmacias son parte fundamental del sistema sanitario, al ser el intermediario entre el médico y el paciente y, a menudo, la persona de confianza de este último, sobre todo en las farmacias tan arraigadas como esta de Padrón.
Más novedades que apunta Óscar Baltar están en internet, donde se empieza a ver publicidad de este tipo de establecimientos. Además de la farmacia, la familia Baltar tiene en Padrón una óptica, que regenta su hermano David; y un centro de audición, en manos de su hermana Isabel.
En cuanto a la botica, llegó tal y como era hasta la actualidad con pocos cambios, con la misma mesa donde se hacían las mezclas y con la báscula para pesar, Así, en una parte está el botamen, en el que se guardaban los productos y materias vegetales para hacer las fórmulas y, en el estante más alto, los botes que son regalo de John Trulock, abuelo de Camilo José Cela, a Ángel Baltar, sobrino del fundador. De este último se sabe que estuvo en la sección de Farmacia del Ejército español y que se licenció en 1815. Su título cuelga de una pared de la rebotica y aún guardan un libro manuscrito con la receta de algunos compuestos.
No hay constancia del día en que se abrió la farmacia, pero sí del año, 1816. La farmacia siempre estuvo situada en el mismo emplazamiento y dio nombre a la plaza Baltar.

«Funcionamos moito con receita, pero a venda libre está crecendo»
[Emilio Forján] Foi durante a pandemia da covid-19 en que un farmacéutico mozo natural de A Pobra do Caramiñal, pero residente en Santiago de Compostela, que xa traballaba nunha botica, decidiu dar o salto a facerse coa súa propia farmacia. En setembro de 2020 adquiriu unha farmacia con historia na vila de Negreira como é a da Carreira de San Mauro, 26. «Convenceume a proximidade con Santiago e o feito de ser unha farmacia con potencial, e era un proxecto interesante. Fomos falando e eu vía un proxecto inalcanzable ao principio porque as farmacias son moi caras, pero logo vin que si era posible. Coa axuda do banco chegou o financiamento e aquí estamos» comenta un Pablo Escurís Fernández, que di estar «moi satisfeito» de emprender en Negreira.
Pablo explica que unha farmacia nunha área rural como Negreira é moi diferente a unha do centro da cidade «entre outras cousas porque aquí funciónase moito con receitas e menos venda libre, quizais porque non hai tanta cultura de comprar parafarmacia, pero si é algo que está crecendo», sinala este mozo de trinta anos que engade que tamén ofrecen cada vez máis intensamente o Servizo personalizado de dosificación (SPD), posto en marcha pola Consellería de Sanidade no 2023 —para maiores de 75 anos e con trece ou máis medicamentos— que consiste nuns dispositivos dotados cunha serie de compartimentos nos que se distribúe a medicación que ten que tomar o paciente durante un tempo determinado, normalmente de luns a domingo. A farmacia de Pablo Escurís ofrece outros servizos como os de nutrición e de ortopedia.
Botando a vista atrás, o farmacéutico sinala que «foi un acerto» asentarse en Negreira. Sobre o futuro, observa que os medicamentos de venda libre que todos coñecemos «cada vez son máis caros», e os de receita de Seguridade Social todo o contrario, cada vez «son máis baratos polo que teñen prezos ridículos e é a causa de que escaseen tanto porque cada vez se fabrican menos», precisa Pablo. O profesional alude a que hai un tempo falábase da liberalización das farmacias e de que unha persoa pode abrir un despacho sen ser farmacéutico e ter máis oficinas como ocorre coas clínicas dentais, algo que non cree que vaia a suceder a curto prazo. «Aquí existe un trato máis persoal e preocupámonos máis da saúde que do aspecto comercial, que é o que podería pasar con cadeas farmacéuticas», sinala.

De Val do Dubra a Arzúa por vocación
[Natalia Noguerol] De la botica de Mónica Gómez y Silvia Vieito uno sale, si quiere, hasta con un café. Porque la proximidad al ciudadano que se persigue con el sistema de distribución de oficinas de farmacia adquiere todo el sentido en la que regentan estas dos vecinas de Val do Dubra en el lugar de A Curiscada, al paso de la carretera nacional Lugo-Santiago (N-547) por Burres. Esta parroquia de Arzúa es la que popularmente identifica a la «Farmacia da Rotonda», muy próxima a la que la regula el enlace con la A-54, la autovía que conduce a la capital gallega. Es una de las cuatro asignadas al municipio arzuano y hace un año que Mónica y Silvia apostaron por emprender como propietarias sin importarles ni los cuarenta minutos de trayecto que tienen desde el concello dubrés, ni la localización de la botica en un entorno rural. «O feito de ser dúas persoas novas sen familia farmacéutica e sen apoio económico limítate, e entre as diferentes opcións que tiñamos, esta é a que máis nos encaixaba», explica Silvia. Ahora bien, en la decisión influyó la prioridad absoluta de las dos por las farmacias rurales, por lo que la elección «foi un pouco frechazo», añade Mónica.
Y es que estas dos mujeres, de poco más de 30 años, son profesionales por vocación. Cuentan que la farmacia comunitaria pasa por horas bajas entre las prioridades de los recién graduados —«no taboleiro de anuncios do Colexio de Farmacéuticos aparecen todos os días varias ofertas de traballo», apuntan— y a ellas es precisamente «o que nos gusta». Y reivindican desde su botica rural en Burres la salida laboral por la que se decantaron: «Non só cortamos cupóns. O noso traballo non empeza e acaba aí. Estamos pendentes da medicación e falamos cos médicos. Xestionamos—explican— o sistema personalizado de dosificación, preparando medicación para 15 días, controlando que o paciente a tome, e se ten algún efecto adverso». En esa línea, Monica Gómez insiste: «A capilaridade da farmacia é importante. Chegamos a máis xente e somos máis accesibles, non hai que pedir cita para vir».
En definitiva, el farmacéutico comunitario es el sanitario más próximo al ciudadano, y, en una botica rural como la de Mónica Gómez y Silvia Vieito en Burres, el servicio que ofrecen lleva pareja una proximidad casi familiar. Pese a no ser naturales de Arzúa, «acolléronnos moi ben», cuentan, y transcurrido un año de su apuesta conjunta por convertirse en titulares de farmacia, tras una década de experiencia como adjuntas, afirman que tomaron la decisión «acertada». El entorno rural en el que se encuentra la botica no compromete su viabilidad económica, y «estamos facendo a farmacia que nos gusta», insisten. «Ademais de farmacéuticas, somos as netas, as psicólogas... veñen a por unha aspirina e poden botar aquí media hora», ponen de ejemplo para subrayar la trascendencia social de su trabajo, en el que «o consello e o escoitar é algo que a xente agradece; nótalo», cuentan. Es «un trato próximo e personalizado cen por cen», apuntan las farmacéuticas, que ven en esa cercanía una de las ventajas profesionales de su trabajo. A pesar, según reconocen, de la factura emocional que les pasa el conocer a la gente y la confianza que en ellas depositan.
El ejercer el oficio por vocación «é sacrificado», afirman. «O convenio de farmacia —explican— non é o mellor do mundo, e tampouco os horarios, aínda que no noso caso están compensados». Aunque no tienen guardias —«se non tes un PAC cerca, non estás obrigada», indican—, la botica de Burres tiene horario continuo de nueve de la mañana a nueve de la noche, de lunes a sábado. Además de para los vecinos de Arzúa, es farmacia de referencia para los residentes en las parroquias más próximas de Touro y de O Pino, y para «un montón» de usuarios de la carretera nacional, la misma a través de la que llegaron a A Curiscada Mónica y Silvia, «con moito suor, en letras maiúsculas», afirman las farmacéuticas, que echan por tierra más de una falsa creencia. En el escenario generalizado de escasez de medicamentos, «atópaste con máis falta de stock nas farmacias de cidade», señalan. Y en su botica rural tampoco faltan los productos de parafarmacia, «que ten cada vez máis peso, e ao noso pesar», porque la demanda «non é unha parafarmacia ligada á saúde». Ellas son farmacéuticas por vocación.

«El futuro es dar más servicios»
Victoria Hanna y Lucía Durán comenzaron a hablar al conocerse en primero de carrera de abrir juntas una farmacia. Tuvieron que pasar 15 años antes de que se hiciese realidad el ponerse al frente en noviembre del 2019 de la farmacia de Viaño Pequeno, en Trazo. Entre tanto, trabajo y formación, con máster en industria para Hanna y curso en nutrición para Durán. Hanna cubrió bajas en farmacias de todo tipo. ¿La mayor diferencia entre las urbanas y las rurales?: «Sobre todo la prisa de la gente, y la posibilidad de poder conocer al paciente y tener un seguimiento en el rural. Muchas veces en la ciudad daba un consejo o tenía una intervención y no veía qué pasaba después, porque hay mucha gente de paso. El rural te permite conocer a la gente, a familias enteras, y haces un seguimiento más cercano de las patologías, compruebas si toman bien la medicación y cómo les está afectando, por ejemplo con la de la tensión, el azúcar y el colesterol. Ves si hay reacciones adversas o si notan otra sintomatología».
¿Cómo se consigue la rentabilidad en una farmacia rural? Comenta que todo el año se mantienen los mismos clientes «y cada vez hay menos gente. La clave es una buena gestión de stock, escuchando a la gente y dándoles un buen servicio». El centro de salud a 200 metros es clave: «Cuando la gente viene por las mañanas es cuando tenemos mayor volumen de trabajo. Trazo, con menos de 3.000 habitantes, tiene dos centros de salud y dos farmacias».
Victoria Hanna cree que el futuro de las farmacias rurales pasa por «ofrecer más servicios, más asistencia, como una parte más del centro de salud. Nosotras, cuando entramos, teníamos claro que aquí hacía falta una ortopedia por la media de edad, que estaba en 54 años, con una población con necesidades de apoyo y de tener más a mano un servicio como la ortopedia. O el Sistema Personalizado de Dosificación (SPD) que facilita la vida al paciente y al cuidador», al lograr que el enfermo tenga siempre disponible la medicación correcta y controlada.

Una nueva y necesaria facultad para cincelar las vocaciones del futuro
[S. Gómez] Hubo que esperar hasta el 17 de febrero de este 2025 para que la Universidade de Santiago de Compostela (USC) licitara, oficialmente, el proyecto de la nueva Facultade de Farmacia, primera fase de la conocida como Cidade da Saúde, que se ubicará a solo un paso del Hospital Clínico. Fue la conclusión a un largo y tortuoso camino, en el que la USC tuvo que tender la mano a la Xunta para conseguir los 24 millones de euros que se prevé que costará la infraestructura, por la que llevaba años peleando. La amarga realidad es que los más de 1.000 alumnos que actualmente estudian Farmacia en Galicia continúan desperdigados por todo el campus compostelano, ya que en el viejo edificio se detectó una beta de contaminación por hidrocarburos que obligó a cerrar un buen número de aulas.
A pesar de esta problemática, la titulación sigue siendo atractiva para las nuevas generaciones gallegas. También para los ránkings internacionales, que valoran la formación farmacéutica que nace en Santiago como una de las más avanzadas de todo el país. León Felipe Ureña forma parte del Consello do Estudantado de la USC y es el representante de los universitarios de Farmacia. Explica que la vocación de todos ellos responde a múltiples cuestiones: «Hay de todo. Esta es una profesión en la que vamos a estar en contacto con el paciente, como la Medicina y la Enfermería. No desde el mismo punto de vista, pero tenemos esa visión de ayudar a los pacientes». Apunta que cada vez quedan menos estudiantes que accedan a la facultad porque sus familias cuentan con una botica propia, aunque los hay, claro: «Vienen por rachas. Durante los últimos años ha sido un perfil cada vez más minoritario».
Admite también que sus deseos se centran cada vez más en la industria y en la investigación: «Menos gente tiene en mente trabajar en una oficina farmacéutica, pero, como decía, hay de todo. La industria y la investigación te permiten forjar una carrera con mayor recorrido». Ureña cree que las condiciones laborales en las boticas «no son malas», pero lo que llevan a muchos a poner la mirada en otros futuros es que «la única manera de medrar es la de adquirir una licencia y, ahora mismo, es algo completamente inaccesible». Otro motivo son los horarios, que se deben ajustar al público y que no muchos están dispuestos a cumplir: «Dependes del horario comercial y al final tienes que abrir sábados, domingos y jornadas partidas. Conciliar es más complicado». «Mucha gente lo ve como un buen primer trabajo, pero ahora la mayoría tiene la mente en la investigación y la industria», cierra el representante de los estudiantes, que cree que la nueva facultad también será una renovada bocanada de energía.
El proyecto
Cuatro fases perfectamente definidas darán vida a la Cidade da Saúde de la Universidade de Santiago de Compostela (USC). Con un coste estimado de 80 millones de euros —que incluyen también la rehabilitación de la Facultade de Medicina—, la piedra inicial se pondrá con la construcción de las infraestructuras más urgentes: el aulario y los laboratorios de la Facultade de Farmacia.
Los pasos a seguir con la Cidade da Saúde han quedado perfectamente delimitados. La fase 1 servirá para dar cobijo a la Facultade de Farmacia, para la que se destinarán 13.578 metros cuadrados. Ahí se incluirá una biblioteca de 410 plazas; 17 laboratorios de prácticas para 25 alumnos; cuatro aulas para informática y seminarios para 25 jóvenes; una sala blanca; una zona de cultivos y diversos espacio técnicos, como uno para congeladores. En el edificio del aulario se incluirá el área de gobierno y administración, así como una sala de usos múltiples de 60 metros cuadrados, 44 despachos individuales, 6 dobles, 7 para tutorías y dos salas de reuniones con espacio para 10 personas.
Entre el edificio que albergará las aulas y en el que irán los laboratorios se construirá una zona de convivencia, donde estaba prevista una cafetería que a priori no se instalará habida cuenta de las que ya existen en el campus sur. El aulario contará con 12 espacios para 100 alumnos y otros 9 para la mitad.