
Jorge Luis Borges detestaba el fútbol y afirmó que «el fútbol es popular porque la estupidez es popular (…) y lo único que interesa es el resultado final». Vujadin Boskov fue quien mejor lo resumió: «Fútbol es fútbol». Y no hay más vueltas que darle. Este deporte es tan absurdo, o estúpido, que ahora vemos a los aficionados que ensalzan a un equipo que, «caso Negreira» al margen, está participando incumplidas las normas que fijan los propios clubes, gracias a una intervención política de un Gobierno que no puede incomodar a los partidos catalanes. Conviene recordar que la estupidez del fútbol llegó al extremo de que los aficionados del Celta despreciaron a Carlos Mouriño y ahora suben al pedestal a su hija Marián… solo por una cuestión tan nimia como que la pelota no entraba y ahora sí. La gestión es la misma. Algo así le pasó a Tino Fernández en el Deportivo y pasará en Ferrol. Fútbol es fútbol. Un deporte capaz de elevar a los altares a Jesús Gil y su hijo Miguel Ángel, que sigue al frente del Atlético de Madrid tras ser condenado por estafa y fraude de ley… a su propio equipo.
La SD Compostela descendió a categoría autonómica tras un trienio en el que la actual directiva saneó sus finanzas, puso sentido común a una gestión caótica y presentó un proyecto ilusionante que pretendía devolver su identidad a un Compos que la había ido dejando por el camino desde que a José María Caneda le abandonó su buena estrella (y algunos le hicieron la vida imposible). Con esta junta se instauró el sentido común y se priorizó el trabajo riguroso dejando manos libres a los profesionales. Cada uno en su campo, sin injerencias. La primera temporada se quedó a las puertas del ascenso y la segunda al borde de jugar el play off para subir a Primera Federación. Todos los entrenadores de la categoría coincidían al señalar que había plantilla para optar a todo. En esta desgraciada campaña el equipo se configuró para luchar por puestos de honor pero, fútbol es fútbol, la bola no quiso entrar y todo se fue al traste…, pese a que el trabajo en los despachos fue modélico.
La estupidez popular (en palabras de Borges) se empeña en situar en el centro de la diana a una directiva que, desdeñando la posibilidad de que se cumpliera la sabia definición de Boskov, sí se dejó mucho más que la piel en los despachos para que el barco no navegara por un río de aguas turbulentas. Pero la pelotita se negó a entrar o quienes tenían que hacerlo no fueron capaces de acertar. Ya se sabe que fútbol es fútbol.