Es lo normal, pero, por desgracia, la radicalización de la política que sufrimos desde hace ya demasiado tiempo, infausto tiempo, hace que sea extraordinario. ¿O acaso no es lo normal que las fuerzas políticas, sean del signo del sean, pongan los intereses de los ciudadanos a los que representan por encima de sus propios intereses partidarios? Por supuesto. Pero la política se ha apoltronado en una deriva lamentable que lo único que consigue es socavar los principios más elementales —que son los más sólidos— de la democracia y que solo beneficia a quienes abanderan lo peor de los extremismos y de los populismos, a aquellos que minan con mayor empeño, desde dentro del sistema, esos valores de convivencia tan debilitados. Por eso brilla, y trasciende de lo puramente local como ejemplo a seguir, el acuerdo alcanzado en Brión por socialistas y populares para garantizar la gobernabilidad del Concello hasta el final del actual mandato municipal. Se produce este acuerdo, además, en pleno terremoto por la corrupción en el epicentro del PSOE. Aunque hoy nos parezca un imposible, una ilusión, hubo un tiempo, en la joven democracia, en el que políticos de ideologías antagónicas dialogaban y pactaban por el bien de todos los ciudadanos. El Concello de Santiago escribió páginas memorables de consensos que llevaron a la ciudad a envidiables —y añoradas— posiciones de referencia en España. Es el camino que hay que recuperar, que los ciudadanos y la propia regeneración democrática urgen recuperar, a todos los niveles, desde el local hasta el estatal, pasando por el autonómico o el provincial. Esta semana ha habido también señales positivas en Santiago, con tres administraciones representadas por tres mujeres de distintos partidos —ministra, conselleira y alcaldesa— poniéndose de acuerdo, al menos en las bases de colaboración, en un asunto tan necesitado de consenso y realidades como es el de la política de vivienda. También en Ames, entre el Concello y la Xunta. Han sido gestos y hechos de indudable significación porque sitúan a la política donde debe estar permanentemente: en el centro de las necesidades de las personas, trabajando para mejorar sus condiciones de vida.