La estación Daniel Castelao, Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao, Alfonso R. Castelao o Castelao a secas, como quieran llamarlo, que el homenajeado no se pelearía por eso —quienes injustamente se apropian de su legado, sí— tiene un problema, y no es el nombre. No hace mucho, antes de la llegada de la alta velocidad, la estación del tren de Santiago ya era, con diferencia, la de más viajeros de Galicia, al sobrepasar los dos millones al año; en el 2024 superó los cuatro millones; dentro de no mucho tiempo alcanzará los seis millones, de seguir en el ritmo actual, comiéndole terreno a velocidad supersónica al avión, que ha renunciado, lamentablemente, a ser el medio de transporte preferente, coche particular aparte, para las comunicaciones entre las capitales de Galicia y de España. Mirando no ya el largo, sino el medio plazo, el edificio de viajeros estrenado el pasado jueves no es el que merece ni el que necesita Santiago. Es una estación de juguete que, desde ya, se queda pequeña en horas punta. Es moderna, más cómoda y más bonita, de acuerdo. Pero es pequeña. El control de accesos de viajeros a los andenes y a los trenes es exiguo, un embudo que seguirá provocando colas. La habitabilidad del vestíbulo ha mejorado —¡solo faltaría!— pero sigue siendo insuficiente. Antes, en el histórico-exiguo edificio de la vieja terminal había solo veinte asientos, ahora hay exactamente cien, pero también se quedan cortos. Por no haber, no hay ni consigna para que los usuarios puedan depositar sus equipajes, tienen que ir a la vecina terminal de autobuses en su busca. Es lo que hay. Una vez más, la miopía de las Administraciones. Por no hablar del párking, que solo después de la presión ejercida desde la ciudad, el ADIF se vio forzado a añadirlo al proyecto, y algún día lo veremos realizado. No es lo que merece la estación de tren más utilizada de Galicia y una de las principales de España. Pero no pasa nada. Como siempre, Compostela recibe la bofetada y se queda con ella sin rechistar. Es verdad que partió del Concello en tiempos de Conde Roa el recorte al proyecto inicial del arquitecto Juan Herreros, obligado a reducirlo sustancialmente. Fueron 41 millones de euros en el edificio de viajeros, una inversión mucho más baja que la de cualquiera de las otras estaciones gallegas. Lo pagaremos.