El ser humano se agarra al tiempo, en la comarca de Santiago, en Sudáfrica y en Vladivostok. Las fechas redondas quedan grabadas a fuego en la mente humana. Por eso cada uno lleva en el alma sus tristezas y sus celebraciones.
Una de estas últimas es la que esta semana va a sacudir los cimientos de la Casa Grande de Bachao, en la salvaje, preciosa y desconocida parte norte del municipio compostelano, en la ladera que le da nombre. Hay, por suerte, muchos establecimientos hoteleros de categoría por estos pagos, pero muy escasos con tanta personalidad como este, y, si pudiera hablar el río Tambre, contaría los secretos de las dos antiguas casas de labradores acomodados que también fueron lugar de acogida de niños sin recursos y a menudo sin familia.
Se cumple, pues, un cuarto de siglo de su apertura. ¿Qué le imprime un carácter especial? Que es el buque insignia del grupo de calidad Pazos de Galicia, un ente que puede parecer discreto en exceso en estos días, pero de eso se trata, de no sumarse a la algarabía reinante y poner un punto original y elegante a la oferta de Galicia: no todo van a ser viviendas de alquiler turístico (y ya no hablemos del grupo de estas que no se ha legalizado) y chiringuitos de playa.
Es por eso por lo que la celebración, gozosa como resulta obvio, debe de alegrar no solo los corazones propios -lógico y evidente- sino también los de todos los numerosos hoteleros gallegos que día a día se baten el cobre no para aumentar el número de clientes que traspasan sus puertas (¡qué manía de apostar por la cantidad!), sino para elevar la calidad de su oferta. En esa incruenta guerra se encuentra la Casa Grande de Bachao. ¡Feliz veinticinco aniversario!