Puertas adentro

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

28 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Contra la acuciante falta de vivienda y el precio desorbitado de la escasísima disponible en Santiago no vale una gestión de paños calientes ni de echar balones fuera pidiendo responsabilidades políticas ajenas. En primera instancia, este drama viene arrastrado desde la profunda y larga crisis causada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, de la que nunca se recuperó la promoción de vivienda nueva. Santiago quedó convertido en un erial donde apenas se construye, pese a disponer de vasto territorio y de un plan con previsión —sobre el papel— de desarrollos urbanísticos que pueden configurar nuevos barrios al norte de la ciudad, al estilo de lo que muy a principios de la década de los 90 supuso el tratamiento de choque que fue Fontiñas. Pero no. Las familias que buscan piso se tienen que ir cada vez más lejos de la ciudad en busca de un techo digno y asumible, aun con grandes sudores para rascarse sus poco profundos bolsillos, y los promotores y constructores de vivienda compostelanos se ven obligados a buscarse la vida y plantar sus grúas en otros municipios, como el de A Coruña, que sí está construyendo nuevos barrios enteros pese a no tener apenas territorio disponible, y en espera de la pronta gran transformación de su fachada marítima. Es decir, en Santiago sigue fallando la iniciativa pública propia, que es lo primero. Si el planeamiento de la expansión en la zona norte hace poco operativos esos grandes polígonos de vivienda protegida, refórmese; si vivir ahí no mola por el clima, búsquense soluciones complementarias, que territorio hay y no solo el sur existe; si es factible y adecuado por zonas convertir los miles de bajos comerciales cerrados en residenciales, facilítese; si hay margen para flexibilizar con sentidiño la rehabilitación, hágase. Un paquete de medidas intervencionistas del mercado, como la declaración de zona tensionada para topar el precio del alquiler, escrita con trazo grueso en el argumentario del gobierno local contra la Xunta; o el recargo hasta del 150 % del IBI para intentar movilizar —¿no sería mejor incentivar sin penalizar?— unas seis mil viviendas vacías que puede haber en Santiago, serán necesarias pero de efectividad limitada para el revolcón estructural que se necesita. Y que seguiremos esperando.