Maos es una cooperativa social que, con la ayuda externa de un historiador, organiza unas curiosas rutas por Santiago. En vez de hacer lo de siempre («Esto es la catedral y aquello la Alameda») se han exprimido el cerebro y han inventado unos itinerarios no solo muy sui generis, sino que demuestran que aún hay espacio para crecer. Por ejemplo, el de misoginia en Compostela, que nadie puede negar que es original cien por cien.
Días atrás, dieciocho personas emprendimos una ruta de dos horas (Compostela. Cicatrices e resistencias. 1975) dentro del marco que denominan Compostela en conflito. Y además, por esa zona que hasta parece maldita para los visitantes que es el Ensanche y que esconde un pasado propio que da solidez a un presente activo muy poco valorado. Así salieron a relucir el cine Metropol, los campos de José —una parte de la hoy Praza Roxa—, el manantial que brota bajo el aparcamiento de esa misma plaza, las canciones que escuchaban los estudiantes y docenas de anécdotas, por cierto animadas por Ángeles, una de las participantes, natural de Conxo y que se mostró como una enciclopedia andante. Sea dicho de paso, alguien debería hablar con esa mujer con el fin de recoger lo mucho que ella sabe del extrarradio de aquellos años porque, deseándole larga vida, no es eterna.
La charla final, ya a solas, fue mucho más interesante. No por lo comentado, sino porque tienen planes de seguir trabajando en su nicho de negocio. Y lo hacen con gran ilusión en un sector —el de la gestión cultural en gallego— que no se puede decir que sea boyante pero que al mismo tiempo tiene por delante un extenso campo de ideas a desarrollar.