El Pequeño Oasis de Lourdes en el Camino de Santiago: «No he hecho nada tan gratificante en mi vida»

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

MELIDE

Lourdes López en El Pequeño Oasis, abierto todos los días desde primera hora hasta las 18.00 de aquí a noviembre. Allí ofrece desde miel de kiwi, de pera, naranja o melocotón hasta cabello de ángel, smoothie casero de frambuesa, plátanos (muy apreciados por los peregrinos por sus propiedades nutricionales para la mejora del rendimiento físico y recuperación), fruta ya cortada, repostería artesanal o chupitos de licor café y de frambuesa.
Lourdes López en El Pequeño Oasis, abierto todos los días desde primera hora hasta las 18.00 de aquí a noviembre. Allí ofrece desde miel de kiwi, de pera, naranja o melocotón hasta cabello de ángel, smoothie casero de frambuesa, plátanos (muy apreciados por los peregrinos por sus propiedades nutricionales para la mejora del rendimiento físico y recuperación), fruta ya cortada, repostería artesanal o chupitos de licor café y de frambuesa. SANDRA ALONSO

El deseo que despertaban las frambuesas de su huerto entre los peregrinos llevó a la melidense a abrir un puesto de venta de productos ecológicos y de elaboración casera

17 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En el kilómetro 48 del Camino de Santiago a su paso por Melide, en el lugar de Parabispo, está El Pequeño Oasis de Lourdes López Amboage. El puesto de esta melidense lleva unos 25 años al pie de la ruta jacobea y hoy ofrece a los peregrinos un tentador surtido de productos ecológicos y de elaboración casera para recargar fuerzas. «Antes trabajaba como empleada discontinua del hogar», cuenta una mujer que emprendió «por casualidad». «Yo tenía, en esta finca donde estoy, un trocito plantado con frambuesas. A los peregrinos les llamaba la atención y, cuando las recogía, siempre me pedían unas pocas. Se las daba sin esperar nada a cambio, pero alguno quería tener un gesto generoso y te tiraba 5 euros por un puñado de ellas. Eso me llevó a ponerle un precio, para que no me pagasen más de la cuenta. Al principio tenía una carretilla con tarrinas y me dejaban allí el dinero cuando se las llevaban. Luego, le puse una sombrilla y parasoles a la carretilla. Estuvo el puesto solo, sin atender en él, hasta el 2016», recuerda Lourdes, quien siempre confió plenamente en la rectitud moral de los caminantes.

«Como tengo la casa cerquita, a veces venía en la bici a reponer y a recoger el dinero. El 99 % de los peregrinos es de fiar, pero a lo mejor un 1 % no lo es y te lleva todo lo recaudado en el día. Incluso recuerdo a un niño al que le faltaban unos céntimos para una tarrina de frambuesas y sus propios compañeros le convencieron de que, si no podía pagar el precio, no la cogiese», explica una melidense que acabó poniendo una hucha para la recaudación, en la que aparecían a diario todo tipo de mensajes de agradecimiento. De hecho, como se llenaba de ellos y no quedaba sitio para los billetes y monedas, tuvo que dejar también unos cuadernos, para que sirvieran como libro de agradecimientos. «Tengo un montón de notitas y de cuadernos y los guardo como un tesoro», dice.

SANDRA ALONSO

Su marido, que es constructor y un hombre mañoso en general, acabó fabricando con unas uralitas y tablas la primera caseta de El Pequeño Oasis, donde hoy la estrella es su smoothie de frambuesa, sobre todo en verano, junto con la tarta de Santiago que hace la propia Lourdes. En su humilde negocio, el peor enemigo es el frío, constata. «Si pongo una estufa se me estropea la fruta fresca y los alimentos que vendo. Y calor aquí no paso, porque es un lugar muy fresquito, en el que se está de maravilla en verano y alguna gente se queda aquí a la sombra todo el día», comenta rodeada por los recuerdos que le han ido dejando los viajeros llegados desde distintos rincones del mundo. Para muestra, su colección de billetes. «Empezó cuando un peregrino me dejó uno de 2 dólares, que dicen que dan suerte y al parecer nadie quiere deshacerse de ellos. Ahora hay billetes desde el último país de África hasta de Guatemala y muchos otros sitios... pocos países habrá que no tenga yo aquí un billete suyo», afirma divertida. 

Aunque ha sido esta una salida laboral no planeada, para ella «no hay nada más bonito. No he hecho nada tan gratificante en mi vida como estar aquí, con los peregrinos», afirma una vendedora de 66 años que recorrió tres veces el Camino y no ve la hora de realizar la ruta francesa entera, desde Saint-Jean-Pied-de-Port.