Un tramo de la Vía Verde idóneo para los más pequeños de la familia

cristóbal ramírez SANTIAGO / LA VOZ

OROSO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Caminando o en bicicleta por la ruta junto a los ríos Lengüelle y Tambre, en Oroso

13 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras no esté en funcionamiento el primer tramo, el que arranca de la estación de A Sionlla, la Vía Verde Santiago-Tambre-Lengüelle empieza en el límite entre los municipios de Compostela y Oroso. Así que hay que poner rumbo a casi la desaparecida estación de Sigüeiro, girar a la izquierda y no cruzar el puente que lleva a Trazo, sino meterse por la pista que desciende y ahí, antes de un estrecho túnel, aparcar el coche.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Andando sí hay que ir por ese túnel y ya se pisa la Vía Verde. ¿Es el comienzo? No. Se impone girar a la izquierda y andar unos pocos, muy pocos, cientos de metros y llegar al final. Ese es el punto cero, y lo define un viejo puente con verjas a los lados con el fin de evitar el peligro, con el río Tambre allá abajo, esplendoroso. Un entorno de matrícula de honor donde el Lengüelle rinde aguas en su hermano mayor, especies arbóreas autóctonas por todas partes y un verde infinito llenando la retina.

Unos metros más adelante de ese inicio, que se merece sus buenos minutos para gozar de un buen rato de relax, aparece un elemento que va a estar presente en toda la Vía Verde: la madera. Obviamente no la de los árboles que crecen lozanos, que también, sino la tratada y empleada como elemento de protección o simplemente como delimitadora del trazado.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Y a andar o a darle a los pedales, para rápidamente girar izquierda y derecha y encontrarse justo en la orilla del Lengüelle, que corre muy ancho y, en invierno y principios de primavera, con mucha fuerza. El bosque de ribera no se ve muy denso aquí —sí más adelante— pero constituye un muestrario de especies arbóreas bien aprovechado por multitud de pájaros. Además, aunque no es esta zona de pinos, si hay suerte puede verse alguna ardilla, muy esquivas en Galicia con relación a otros países situados más al norte.

Grato caminar con los árboles empeñados en crear un túnel vegetal sobre la cabeza del visitante. Nada más pasar bajo el moderno y enorme puente que une Oroso con Trazo se entra en una planicie muy grande y ancha —ambos calificativos, reducidos al ámbito gallego, donde solo existen dos o tres llanuras dignas de tal nombre— que forman las tierras de aluvión del Lengüelle, muy fértiles.

La vía nueva se extiende justo a la derecha, pero separada por una alambrada, de manera que el peligro es nulo. A esa misma mano queda el triste y solitario almacén de la que fue humilde estación de Vilacide-Sigüeiro, demolida hace tiempo. Por ahí se colocó también la por ahora primera marca que indica la distancia: el excursionista se halla en el kilómetro 11 de la Vía Verde, contados a partir de la estación de A Sionlla, claro está.

El Lengüelle dista más de un centenar de metros y queda oculto por los árboles. Todo invita a detenerse y admirar el bosque de ribera, un elemento que suele quedar en segundo plano a los ojos de los visitantes, anulado por la espectacularidad y movilidad de la corriente.

Un pequeño túnel permite pasar al otro lado y dirigirse a donde estuvo la estación. Ahí hay asfalto y puede esperar el coche de apoyo. O bien, por supuesto, dar marcha atrás. Porque este paseo inicial, tan corto, es magnífico cuando se trata de explicar a los más pequeños de la familia qué es una vía verde. Y para oxigenar los pulmones, por cierto.