El alcalde cumple su propia tradición y solo fue anfitrión en Raxoi

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

Feijoo dijo en su ofrenda que fuera de la Catedral había un «mundo hostil», pero la concordia reinó entre los políticos

26 jul 2017 . Actualizado a las 12:01 h.

Tras dos años con dudas y decisiones controvertidas, Martiño Noriega parece haber centrado su papel en los actos protocolarios e institucionales que rodean al 24 y 25 de julio y en los que, tradicionalmente, el alcalde de Santiago tiene un protagonismo central. Asistió a las Medallas de Galicia, fue anfitrión desplazado en los Fuegos al ser el pazo de Raxoi la pantalla del espectáculo y, ya por la mañana, cumplió con su particular ritual de moverse entre el Obradoiro y el Concello para dejarle el protagonismo religioso al arzobispo Julián Barrio y al oferente, que fue el presidente de la Xunta.

Feijoo advirtió al santo en su discurso que «fóra do recinto catedralicio o mundo era hostil e perigoso», pero sin duda no se refería a la concurrencia de la mañana, entre la que reinó la cordialidad, la disciplina castrense y numerosos aliados populares, toda vez que los concejales de En Marea y del BNG se saltaron olímpicamente el acto, lo que también empieza a ser tradición.

Entre los ediles, los conselleiros y jefes militares se colaron tres autoridades de primer nivel. La presidenta del Congreso, Ana Pastor; el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría; y el expresidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, que completó así su puente en Compostela. Y entre los miembros de vida consagrada también hubo algún ilustre, como el padre Carballo, arzobispo titular de Belcastro.