Terrazas

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO CIUDAD

26 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En la polémica sobre la proliferación de terrazas hosteleras en Santiago, sobre todo en el casco histórico, lo esencial no es tanto que haya muchas —que sí las hay, incluso demasiadas— sino su regulación para la convivencia ordenada de los diferentes usos del espacio público y el derecho de los vecinos al descanso. Y, ante todo, la respuesta a una pregunta: ¿qué modelo económico queremos para la ciudad? Esta es la gran cuestión que, supuestamente, está sobre la mesa de las prioridades de las administraciones y que no acaba de plasmarse en la afloración de proyectos industriales para fortalecer el músculo económico de la capital gallega desde el sector privado, pese a algunos brotes verdes como la pujanza de la biotecnología y otras actividades de base tecnológica, o el crecimiento innovador de la reducidísima élite de macroempresas, las de siempre, que siguen tirando del carro. Es significativo que el polígono de A Sionlla, proyectado para ser el gran polo de expansión industrial de la ciudad, hasta el momento esté desarrollándose más como centro comercial abierto —seña de identidad al que responde el colindante y ya casi sin suelo disponible de Costa Vella— que como sede de empresas de perfil fabril y no tanto comercial y de servicios. Frente a esta debilidad industrial, el turismo es la gallina de los huevos de oro y la proliferación de negocios hosteleros, su lógica consecuencia. Por supuesto, con sus terrazas. Porque todo bar o restaurante con espacio público aledaño querrá tenerla. Sus clientes, residentes o visitantes, se lo demandarán en cuanto puedan disfrutar de un rayito de sol, y si no la tienen se irán en busca del que la tenga. Natural. Lo que no debe ser, y ahí entra la capacidad regulatoria del Concello, es que las terrazas entorpezcan el paso, generen ruidos a deshoras o, punta de lanza de la expansión hostelera en lugares inapropiados, puedan llegar a transformar servicios esenciales para la ciudad, como se ha pretendido estos días con el intento —frustrado, de momento— de ampliar las terrazas de la nave hostelera de la Praza de Abastos en un entorno del casco monumental ya de por sí saturado de bares y restaurantes. El debate está en la calle, y también las respuestas.