
El ladrón al que se atribuye la ola de robos comenzó a usar guantes tras pasar por prisión, pero el concienzudo trabajo policial le ha devuelto a la cárcel
20 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En diciembre, Santiago comenzó a sufrir una auténtica ola de robos en comercios y establecimientos de hostelería. Buena parte de ellos tenían un idéntico modus operandi que desde el primer momento situó a la Policía Nacional tras la pista de un conocido delincuente. Uno de esos que cuando sale de prisión, como era el caso, destroza las estadísticas de criminalidad. No fue el único detenido en aquellas semanas en las que cada día se conocía una nueva víctima en Galeras, el Ensanche, la zona vieja o Santa Marta, pero sí el que en más ocasiones se vio en el calabozo. Fue arrestado dos veces y dos veces puesto de nuevo en libertad tras pasar por los juzgados. A la tercera fue la vencida y acabó en prisión provisional. La ola, que ya era tsunami, cesó, pero tardó poco en recuperar la libertad y volver a la calle, por lo que en comisaría sabían que tenían que estar alerta. No se equivocaban, porque no tardó en volver a producirse una auténtica cascada de asaltos a negocios. Hasta el lunes, que J. J. C., esas son sus iniciales, volvió a caer y ahora ya está de nuevo entre rejas de manera preventiva.
J. J. C. nunca ha sido muy cuidadoso a la hora de perpetrar sus golpes. Es un toxicómano que roba para pagarse las dosis y la necesidad le lleva a cometer numerosos errores. Su método es sencillo, actúa de madrugaba o cuando sabe que el negocio a asaltar está cerrado, suele emplear una tapa de alcantarilla para romper el cristal de la puerta o un ventanal, se cuela, desvalija lo poco que encuentra en la caja registradora y se marcha.
En los robos por los que fue detenido en diciembre y enero, J. J. C. no tomó ninguna precaución y la brigada de Criminalística encontró en varios de los locales asaltados tanto huellas como rastros de ADN de los que pronto se conocerán los resultados y que serán pruebas importantísimas a la hora de presentar evidencias contundentes cuando, en su día, se tenga que sentar en el banquillo por estos delitos.
Su último y breve paso por prisión le hizo ser algo más cauteloso y sofisticó un poco su método de robo para tratar de no dejar tantas pistas. No fue gran cosa, pero echó unos guantes a la mochila y se preocupó, al menos, por no dejar huellas. De poco le ha servido. La Policía Nacional ya había establecido un operativo especial de vigilancia y le seguían de cerca porque sabían lo que iba a pasar. El tiempo pronto les dio la razón, porque los robos en comercios y locales de hostelería comenzaron a ser otra vez diarios.
Uno de los establecimientos asaltados en las dos últimas semanas fue una academia de estética facial situada en la calle Alfredo Brañas. Ahí la brigada de Criminalística no encontró huellas, lo que prueba que el autor del asalto usó unos guantes como los que J. J. C. llevaba encima cuando lo arrestaron. El lunes, cuando le volvieron a detener, tres negocios sufrieron robos: la clínica podológica Marina Porto de Galeras, el restaurante María Castaña de la zona vieja y el asador A Vaquiña, junto al Clínico. La Policía Nacional le atribuye ocho asaltos desde que salió de la cárcel, aunque todavía se está investigando la autoría de otros.
Junto a la acción policial hubo otro factor que posibilitó la caída de J. J. C., que fue la colaboración ciudadana. Una llamada de alerta hizo que la Nacional y la Local pudieran actuar rápidamente y arrestarle. Afortunadamente, la jueza tuvo en cuenta ese frenesí delincuencial y lo volvió a enviar a prisión provisional, todo un alivio para comerciantes y hosteleros.