Iglesias de Touro para las familias, el gran descenso al Pozo do Pego para los aventureros

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

TOURO

Cristóbal Ramírez

El sur del municipio puede presumir de parajes de verde admirable

13 abr 2024 . Actualizado a las 05:05 h.

Un buen lugar de partida para conocer las preciosas tierras sureñas del municipio de Touro, que injustamente es un gran desconocido cuando puede presumir de parajes de un verde admirable, es la solitaria iglesia de Santiago de Novefontes.

Se trata de una parroquia con historia y que debió de disfrutar en el siglo XVIII de una economía rural lejana de la miseria que azotaba a otras, como lo muestra este templo muy grande con una fachada modificada que nada aporta artísticamente, justo lo contario que la parte superior de su torre, obra que denota las influencias del arte barroco. En sus cercanías se alza un cruceiro sobre tres escalones y una pieza octogonal, adornada la parte superior de su varal y con una sencilla cruz como remate.

Pero, ¿qué hace una iglesia en una ladera empinada, escondida? Por supuesto que la imagen, según se llega desde la parte alta, se merece un sobresaliente, pero la pregunta es cómo se levantó tal mole, y a quién se le ocurrió, en un lugar tan apartado, con un par de edificios cronológicamente posteriores como vecinos, hoy abandonados al igual que lo que queda de lo que debió ser un buen hórreo?

La respuesta se encuentra cuando la vista va hacia arriba: se ha cristianizado esa gran elevación cubierta por carballos y pinos y que acogió una aldea prehistórica cuyos habitantes tenían sus propios dioses, paganos por lo tanto.

Ya al acercarse a la iglesia de Santiago de Nuevefuentes (así reza su nombre, escrito allí mismo) se ha dejado a la izquierda una fuente. Y poco antes arrancaba a la misma mano un camino ascendente que lleva a la parte más alta, la croa de aquel castro (así se llama el lugar, Coto da Croa), hasta los 305 metros sobre el nivel del mar. Una pequeña excursión para exploradores en medio de aquel entorno grato.

Imagen de una fuente en Novefontes
Imagen de una fuente en Novefontes Cristóbal Ramírez

Pero volviendo al entorno del templo, la pista sigue, ya sin asfalto, y el excursionista deja a la espalda un lavadero que, por supuesto, nadie usa en el siglo XXI, para bajar y bajar (en la bifurcación, a la izquierda) sin peligro alguno pero con algún esfuerzo en tobillos y rodillas tanto a la ida como a la vuelta. Esa vía muere en la ribera del Ulla, en un entorno espectacular.

Nada más dejar atrás la iglesia de Santiago, el cruceiro y la fuente, al norte, señalizado en un par de ocasiones Touro. Grupos de casas van quedando a una mano y otra (Aldrén, Os Paces. O Arroeiro, Cascallón, Soutullo, A Cruz…) para alcanzar una carretera en O Moutarón, girar a la derecha y detenerse ante la iglesia de Santa Uxía de Fao, un edificio de tamaño medio que, desde el asfalto, parece que no va a aportar nada de interés. Falsa impresión, porque el escudo de la fachada es una pequeña obra de arte.

Iglesia de Santa Uxía de Fao
Iglesia de Santa Uxía de Fao Cristóbal Ramírez

Si luego se marcha hacia el oeste se alcanza Pena, que queda a la izquierda. Eligiendo el segundo desvío a esa aldea —las casas están casi al borde del asfalto— se llega rápidamente a una curva de noventa grados. Y ahí arranca un camino. Por momentos los árboles dejan ver el paisaje.

Si el excursionista atesora experiencia, lleva compañía, va muy bien preparado para caminar, decidido a acometer un desnivel brutal, no anda con menores y dispone de calzado adecuado (y móvil bien cargado), la gran aventura no es otra que descender hasta el río Ulla, que ahí se remansa y forma el impresionante Pozo do Pego. La corriente lo abandona con un gran estrépito que en absoluto rompe la paz del lugar. Un gran final a la jornada.