Los numerosos hórreos, una buena disculpa para conocer una parte de Val do Dubra
VAL DO DUBRA
Ruta por un valle largo y estrecho, muy fértil, recorrido por la carretera que va desde Portomouro hacia Carballo con buenos ejemplos de arquitectura tradicional
11 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.De los infinitos arroyos de Galicia, y de los numerosos que nacen en Val do Dubra, dos van a juntarse para hacer que surja un río muy conocido en la provincia coruñesa: el Dubra. Los partidarios del celtismo, que todavía quedan algunos después de que tal cosa se inventara en el Romanticismo, conjeturan que el nombre de la corriente puede venir de dubrón (agua). Verdad o no, que nunca se sabrá, sí resulta innegable que en Asturias hay un río Dobra y por Francia corre el Douvre.
En cualquier caso, al Dubra coruñés se le adjudica Anxeriz (en Tordoia) como lugar de nacimiento. Quizás. Porque este río, como tantísimos otros, se forma por la unión de varios que, antes de esa simbólica coyunda, reciben otros nombres.
Pero para recorrer el valle que forma el Dubra no hace falta ir tan lejos. Un valle largo y estrecho, muy fértil, recorrido por la carretera que va desde Portomouro hacia Carballo y que —y ahí está el meollo de la cuestión— puede presumir de tener docenas de magníficos hórreos, unas construcciones que en Galicia están desapareciendo con prisa y sin pausa, la mayoría simplemente por abandono.
Así que dejándose de academicismos el excursionista, siempre en coche y dando cortos paseos, debe dirigirse a Campo de Rial y girar a la izquierda en el siguiente desvío (sin señalización), para, en una gran curva de esa estrecha pista, ver el nacimiento del Rego do Loureiro. O no verlo, mejor dicho, porque la vegetación tapa ese hilo de agua. Pero lo cierto es que el manantial está ahí, y es posible acceder a él siempre y cuando se vaya provisto de calzado y pantalones adecuados.
Continuando se alcanza la iglesia de San Vicente de Rial, con su cruceiro alto y de basa y capital trabajados, con un vía crucis alrededor del templo. Al lado, un excelente hórreo de piedra y madera y de gran tamaño al cual no le vendría mal algún mimo, con cruz y pináculo arriba de todo. Un poco más adelante, aquí sí señalizado, el desvío a O Viso, una pequeña aldea como tantas otras, y justo antes de entrar, con la primera casa a la derecha, la densa capa vegetal tapa el nacimiento del Rego do Viso. Para ir hasta ella hay que recorrer unos metros, muy pocos, en efecto, pero prácticamente monte a través. Atrás queda una montaña con unas antenas y uno de los miradores más espectaculares de la provincia de A Coruña: O Picoto.
Marcha atrás y al cementerio con la torre de San Vicente como referencia, dejando a un lado del templo un hórreo de gran tamaño rematado en uralita, y unos metros después de haber pasado el camposanto se cruza la primera de las corrientes citadas. Si se mira a la derecha quedará a la vista la segunda, y ahí mismo se unen. A partir de ese punto pierden su nombre, y tanto en los mapas como entre los vecinos de las cercanías ese hilo de agua en verano que ahora ha engordado por las lluvias pasa a llamarse Dubra.
Como suele haber tiempo, no es mala cosa desviarse desde la iglesia de San Vicente a Campo de Rial pasando por Campo dos Cochos. No por el sonoro topónimo, sino porque habrá ocasión de contemplar uno de los lavaderos tradicionales mejor rehabilitados de Galicia. Una lástima que los inmediatos alrededores no estén más cuidados cuando realmente es sencillo hacerlo: se trata de cortar la hierba y plantar césped, pero así lleva años.
Iglesia, arroyos, un mirador al lado y un paisaje sobre todo tranquilo. Esos son los encantos de la excursión. Y no son pocos.