La serie se mueve entre dos planos temporales, entre 1977, con la Guerra Fría aún bien vigente, y una Checoslovaquia que entre 1989 y 1990 se prepara para el derrumbe del régimen
01 dic 2019 . Actualizado a las 09:48 h.Para los aficionados al género del espionaje en su vertiente más clásica, The Sleepers es un festín. No falta nada: microfilmes, venenos camuflados, encendedores con cámaras diminutas, aparatos de escucha... y agentes dobles y hasta triples. Si le añadimos el gran trabajo actoral y una impecable ambientación con Praga como escenario privilegiado, los seis episodios de esta miniserie de HBO se ven casi como un filme.
The Sleepers se mueve entre dos planos temporales, entre 1977, con la Guerra Fría aún bien vigente, y una Checoslovaquia que entre 1989 y 1990 se prepara para el derrumbe del régimen. La desaparición de un disidente que regresa desde Londres con su mujer, una talentosa violinista, desencadena unos acontecimientos que se van desarrollando con vertiginosos giros de guion que obligan al espectador a reconsiderar lo que creía según lo visto hasta el momento. La serie retrata a la perfección el clima de desconfianza rayando en la paranoia de los que se valen las dictaduras: el miedo es un arma poderosa; la burocracia hace lo demás.
Y, como en las mejores obras del género, The Sleepers plantea ideas de calado: la pulsión por la libertad, individual y colectiva. Cómo el mal se beneficia de los períodos transitorios y las desregulaciones. En quién depositar lealtades y afectos. Y, sobre todo, si conocemos bien a los demás. Y a nosotros mismos.