Cate Blanchett: «No me interesa contagiar mis ideas políticas a mis personajes»

María Estévez LOS ÁNGELES / COLPISA

PLATA O PLOMO

ANNEGRET HILSE | Reuters

Da vida a la histórica Phyllis Schlafly en «Mrs. America», una ficción televisiva que recoge la lucha por la igualdad de derechos en EE.UU.

18 abr 2020 . Actualizado a las 11:54 h.

La pandemia está cambiando los planes de las productoras y las plataformas de medio mundo. Sin ir más lejos, Mrs. America, la ficción que iba a debutar en HBO el 15 de abril, finalmente acabará estrenándose este sábado. La serie narra el enorme esfuerzo de la activista conservadora y abogada antifeminista Phyllis Schlafly contra los derechos de igualdad de las mujeres, rubricados en los años setenta en Estados Unidos. La actriz Cate Blanchett (Melbourne, 1969) se mete en la piel de Schlafly, una mujer que refleja el poder y la volatilidad de la sociedad de la época.

-¿Qué le llamó la atención de Phyllis Schlafly al iniciar su investigación sobre ella?

-En un principio, Phyllis no tenía ningún problema contra la enmienda de igualdad a favor de las mujeres. De hecho, pensaba que era un tema político de poco calado. Pero cuando investigó, cambió de parecer. Su amiga Alice la convenció de los peligros de esa enmienda, haciéndola creer, erróneamente, que las mujeres iban a ser llamadas a formar parte del ejército. En su mente, asociaba el movimiento feminista al comunismo.

-Se convirtió en una conservadora con mucho poder.

-Es cierto. Phyllis consiguió un movimiento enorme a finales de los sesenta, que luego se convertiría en su base. Tenía una newsletter llamada The Phyllis Schlafly Report, que estuvo mandando durante años. Cuando se interesó por el movimiento de la igualdad, utilizó ese boletín como campaña contra ellas. Mandaba artículos semanales a miles de suscriptores. Fue una mujer con un poder de captación increíble.

-Phyllis no aparece como la villana de la serie.

-No es un relato con héroes y villanos. Es una mujer entregada a un movimiento y su convencimiento está promovido por sus miedos. Vivimos tiempos convulsos, muy parecidos a los que vivió Phyllis. No creo que nos beneficie pintar a los personajes en blanco y negro, porque el lado con el que no estamos de acuerdo, no tiene por qué estar lleno de monstruos. Lo que realmente me sorprendió de todas las mujeres de este período fue lo desordenadas que eran. Mujeres con complejos y de naturaleza contradictoria. Se pelean. Hay alegría, hay amor, hay odio. Una de las mejores cosas de esa época es el nacimiento del feminismo y los derechos de los homosexuales. Estas son historias que a menudo se pintan a grandes rasgos porque no son la pieza central de los dramas políticos, y quería ponerlas en primer plano.

-¿Por qué ha querido interpretar a Phyllis?

-Phyllis fue una mujer profundamente influyente. Al estudiar sobre ella, me sorprendió su habilidad para inspirar, galvanizar y movilizar a las personas, a través de varias tácticas que pueden considerarse algo dudosas. Para mí, fue una curva de aprendizaje empinada, porque estamos hablando de una mujer alfa, con un fuerza extraordinaria. En los setenta hubo dos movimientos: el movimiento feminista de mujeres y el movimiento conservador de mujeres. Quería mostrar a la audiencia no solo los puntos de desconexión y cuán polarizados y separados estaban, sino también el punto de intersección que tenían. De hecho, Bella Abzug y Phyllis Schlafly se postulan para el Congreso en el mismo año con el mismo eslogan: «El lugar de las mujeres está en la Cámara». (La Cámara de Representantes). Y fue Bella quien ganó.

-Usted tiende a representar personajes históricos.

-Soy una apasionada de la historia. No creo que podamos entender el presente de ninguna manera a menos que miremos hacia el pasado. Simplemente, no aprendemos mucho y cometemos los mismos errores.

-¿Le cuesta interpretar a una mujer con la que no tiene el mismo credo político?

-No creo en demonizar a nadie. Mi acuerdo o desacuerdo, mis ideas políticas personales no me interesa contagiarlas a mis personajes. El drama es un lugar donde puedes desarrollar a alguien. Incluso en el Lincoln de Spielberg, hay mucha invención. Tienes las cartas, tienes los hechos reales de lo que sucedió, pero hay que dar vida a la escena y eso hay que inventarlo. Tienes que ir donde el personaje encaja en la historia, porque estás describiendo un movimiento particular en el tiempo. La forma de crear ambigüedad y yuxtaposición en un personaje consiste en tomar prestados dos pensamientos o acciones contradictorias, juntarlas y luego presentarlas al público. Todos estamos llenos de contradicciones e hipocresías. Nadie es perfecto, incluida Phyllis, aunque su cabello siempre fuera perfecto (ríe). Reconozco que fue un desafío interpretar a una figura tan polarizada. Al final, su energía se volvió en su contra y fue lo que le impidió entrar en el gabinete de Reagan.

La vida personal, «en privado»

-Es de las actrices más versátiles de la historia del cine, su capacidad para transformarse es sorprendente.

-Como público me gusta transportarme cuando veo una película. No me gusta pensar: un momento, esta actriz acaba de romper con su novio. La celebridad exagerada de los actores puede confundir al público hacer que deje de creer en la ficción. Soy una mujer a quien le gusta mantener su vida personal en privado.

-Es madre de cuatro hijos, ¿cómo lo hace?

-Una vez que los niños aparecen en tu vida, te conviertes en una persona mucho más eficiente. No me gusta estar lejos de mi marido y mis hijos porque me siento miserable sin ellos en los rodajes. Mi primera película después de convertirme en madre fue Verónica Guerin. Recuerdo que estaba aterrada de volver al trabajo sin haberme preparado de la forma que yo consideraba absolutamente esencial para crear un personaje. Pero, como ser humano, te adaptas, te conviertes en mejor actor porque haces solo lo que es esencial.

-¿Se considera un icono del cine actual?

-En estos tiempos que estamos viviendo, cualquiera que tenga una existencia en la pantalla puede provocar intimidad con el público. Yo no me siento un icono, ni pienso en ello. Cuando trabajas en una película, las horas son largas y el sentimiento es intenso y fascinante.