La fascinante historia detrás del «Tetris»

i. cortés MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

Taron Egerton y Nikita Efremov en «Tetris»
Taron Egerton y Nikita Efremov en «Tetris» Apple TV+

Una película estrenada en Apple TV+ aborda el desarrollo en la URSS y la venta del mítico juego que ha despachado más de mil millones de copias

07 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No era fácil trasladar a un largometraje una historia tan intrincada y compleja como la que tiene detrás el Tetris. Sí, Alekséi Pázhitnov, a quien da vida Nikita Efremov, diseñó y desarrolló un juego brillante en 1984, cuando trabajaba en el Centro de Computación Dorodnitsyn de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética en Moscú, pero lo que pasó después es un relato que, sin acción, aúna espionaje, sobornos, negociaciones, contratos fraudulentos, comunismo, KGB, corrupción y una carrera por hacerse con los derechos de un título que acabó vendiendo más de mil millones de copias en todo el planeta y del que, en pleno siglo XXI, se siguen lanzando entregas tan maravillosas como el Tetris Effect o el Tetris 99.

Escrita por Noah Pink y dirigida por Jon S. Baird, la cinta de Apple TV+ ronda las dos horas de duración y se aprovecha de muchas de las convenciones del medio para ponerlas en favor de la narración, dividiendo la historia en cuatro niveles, como si fueran las cuatro pantallas que el jugador debe sortear hasta acabar el título. Ese jugador es Henk Rogers (Taron Egerton), un programador afincado en Tokio, que a finales de los ochenta se encontraba en el CES de Las Vegas, la feria de electrónica más importante del mundo. Allí nadie reparaba en la presentación de Rogers, que tenía que ver cómo su propia azafata disfrutaba de uno de los otros juegos que se exhibían en la feria. Aquel título se llamaba Tetris y había llegado a la feria a través de Robert Stein, un tipo que se ganaba la vida adquiriendo los derechos de juegos al otro lado del telón de acero y vendiéndolos en occidente. Stein ya había vendido la licencia a Microsoft, una división dedicada al videojuego del grupo de comunicación del Daily Mirror, pero a Rogers el título le asombró tanto que acabó hipotecándose junto a su esposa y su compañía de videojuegos para hacerse con los derechos y venderlo en Japón en sus versiones de consola, ordenador y máquina recreativa. Luego descubriría que a Stein aquellos derechos no le pertenecían del todo. Comenzaba así una competición y una carrera fascinante, que llevó a Rogers a viajar por EE.UU., Japón y la URSS.