«Materia oscura», una entretenida ficción sobre realidades paralelas

Iker Cortés MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

Basada en la novela homónima de Blake Crouch, la serie sigue los pasos de un profesor de Física que acaba en otra dimensión

28 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin prisa pero sin pausa, Apple va haciéndose un hueco en el terreno del streaming, especialmente en Estados Unidos, donde la manzana está bastante más asentada. La estrategia a la hora de abordar Apple TV+, su servicio de vídeo bajo demanda, difiere y en mucho a la de sus competidores. La compañía de Cupertino no atiborra su parrilla con cientos o miles de contenidos ni tira del fondo de catálogo de otras productoras y distribuidoras para llenar su despensa. Al contrario, escoge con mimo y cuidado cada producto y aunque sus series o películas no siempre salen bien paradas, sí que que resulta difícil poner en duda sus altos valores de producción.

Materia oscura es uno de sus últimos estrenos, una serie de ciencia ficción estructurada en nueve capítulos de los que hasta ahora se han subido a la plataforma los cuatro primeros. Basada en la novela homónima de Blake Crouch, que ejerce aquí como productor ejecutivo, showrunner y guionista, la ficción sigue los pasos de Jason Dessen, un profesor de Física que imparte clases en la universidad y lleva una vida tranquila junto a su esposa Daniela y a su hijo Charlie, a punto de cumplir los 16 años.

Tras una escueta y misteriosa introducción, en la que vemos a una persona, mochila a la espalda y linterna en mano, saliendo de una enorme estructura de acero en el interior de unas instalaciones abandonadas, los primeros compases de la ficción describen la plácida existencia de la familia Dessen en la que parece ser una jornada más. Daniela (Jennifer Connelly) es la primera que sale de casa, en dirección a la galería de arte en la que trabaja, mientras que Jason (Joel Edgerton) acompañará a Charlie (Oakes Fegley), que está aprendiendo a conducir, al instituto. Y en esas andan padre e hijo cuando ese recibe una llamada de Ryan, un viejo amigo de la pareja, también físico. Le acaban de otorgar un prestigioso premio, una noticia que Jason acoge con alegría por su amigo, pero también con algo de envidia y resquemor.

La jornada continúa en la facultad, donde Jason recuerda a sus alumnos el experimento de Schrödinger, esa suerte de juego mental que se desarrolla en el interior de una caja sellada, donde un gato puede estar vivo y muerto a la vez. Acabada la jornada, a regañadientes y empujado por su esposa, Jason acepta ir a la fiesta que da Ryan por el galardón, pero de vuelta a casa un tipo lo secuestra y le inyecta una droga. Cuando despierta, Jason sale aturdido de la misma estructura, pero esta vez en el interior de lo que parece un moderno laboratorio donde le están esperando varias personas, algunas de ellas a las que ni siquiera recuerda o conoce y con las que incluso podría haber tenido un idilio.

Retenido en una habitación del laboratorio, Jason se pregunta dónde está, qué es la misteriosa caja de la que ha salido, quién le ha secuestrado, por qué unos desconocidos le hablan como si le conocieran de toda la vida y, por supuesto, dónde se encuentran su esposa y su hijo. Preso de la confusión, el físico logra escapar pero cuando regresa a su casa, nada en ella está como la recuerda. Pronto descubrirá que la estructura de la que ha salido le ha llevado a una dimensión alternativa y que su captor es otra versión de sí mismo que ha viajado se ha quedado en su realidad paralela para poder vivir la vida que un día rechazó con Daniela por labrarse una importante y prestigiosa carrera como científico.

Elecciones vitales

Es la premisa de una ficción discreta pero entretenida, cuya narración se bifurca entre los dos universos alternativos, descubriendo con buen pulso una trama de ciencia imposible acerca de los «¿y si?», de las elecciones vitales, de sus consecuencias, de las puertas que se abren y se cierran y de las millones de vidas que no se han vivido salvo en una realidad paralela. Mientras el impostor se acomoda a su nueva realidad y a su nueva familia sin que ni Daniela ni Charlie se percaten, Jason tratará de regresar a su universo para volver con su familia y salvarlos de él mismo.

No es Materia oscura un dechado de virtudes. De hecho, sorprende la falta de originalidad a la hora de abordar el asunto de las realidades paralelas y los multiversos, un tema quizá algo manido pero al que se lo podía haber extraído muchísimo más jugo. En este sentido, la ficción a veces peca de simplona -no hay más que ver la forma con la que han marcado el cambio de una realidad a otra, con un chasquido sonoro como el que Nintendo utiliza para promocionar la Switch en sus anuncios, del que, por cierto, en alguna ocasión, se olvidan—, algo a lo que contribuyen unas interpretaciones más bien justitas, de las que solo se salva, y por poco, Connelly. Pero el conjunto mantiene el interés y atrapa al espectador cuando muestra las distintas líneas vitales y personalidades de sus personajes y, especialmente, cuando se destapa el misterio de la caja, su funcionamiento y las posibilidades que encierra. Es en este último punto donde la ficción echa el resto con poderosos efectos especiales al retratar algunas realidades alternativas descorazonadoras —ese planeta en plena glaciación o sin atmósfera y con un sol en expansión sobrecogen—.

Quedan cinco entregas más, metraje más que suficiente para inyectar cierta emoción y originalidad a una serie que lo necesita. ¿Lo conseguirán?