Los títulos de crédito sí importan. Esos preliminares que preceden a cada capítulo parecen un estorbo en esta era de la impaciencia y la glotonería, pero en ellos aparecen de vez en cuando sorpresas maravillosas. El arranque con más brío de la nueva remesa de series de televisión es el preludio de Una pareja perfecta, unos segundos que podrían no haber existido si los protagonistas hubiesen triunfado en su boicot para no dejarse enredar en ese baile grupal. Muchos no entendían la frivolidad de empezar así, alegremente, una historia de suspense y de buscar al asesino. Contra la imposición del flash mob, la tropa de estrellas anónimas y famosas intentó sublevarse a la manera en que se arreglan ahora las cosas, con un grupo de WhatsApp donde desahogarse y conspirar para frenar la operación. Por fortuna el motín no prosperó y la danza playera se ha convertido en un éxito en sí misma, el prolegómeno que marca el tono de una serie que fluctúa, sin despeinarse, entre un thriller y una parodia de Se ha escrito un crimen en versión deluxe. Una pareja perfecta es como un telefilme de tarde de domingo envuelto en un papel de regalo tan caro que eleva por sí solo el contenido. Y el famoso baile pone el contrapunto al asesinato y avisa de que cualquier instante, por festivo que sea, podría ser el último. El botón de «Saltar intro» aquí no es una opción.