Españolas en Europa

Alba Díaz-Pachín | alba.diaz@lavoz.es

SOCIEDAD

PHILIPPE WOJACER

09 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Dos mujeres españolas brillaron ayer en París y Roma. Agatha Ruiz de la Prada volvió a asombrar (no diré en qué sentido) a la crítica especializada en moda tras presentar su colección en París, mientras que Penélope Cruz fue la protagonista en la presentación de la película No te muevas , una producción italo-española en la que la novia de Tom Cruise hace el papel de una prostituta enamorada. Agatha desembarcó en París con sus propuestas hipercoloristas a las que, en esta ocasión, añadió una serie de tocados a medio camino entre lo imposible y lo estrafalario pero, como siempre, original. ¿Ustedes se los pondrían? Yo tampoco. A lo que igual sí me animo es a ver la próxima película de Pé que, además, está basada en un best seller italiano titulado Non ti muovere y que cuenta la historia de amor imposible entre una prostituta romana y un cirujano casado. Dice Penélope que este papel significa todo un giro en su carrera, que se enamoró del personaje en cuanto empezó a leer el libro y que comienza para ella una nueva etapa. Veremos qué tal le va porque últimamente no está teniendo demasiada suerte con sus películas. Y ya que hablamos de las aventuras cinematográficas de Pé, podemos enlazar directamente con las de quien un día fue su rival y que tal vez lo siga siendo: Nicole Kidman . La pelirroja australiana ha decidido aceptar la oferta de Disney para encarnar a la bruja del cuento El león, la bruja y el armario . Así que la Kidman se convertirá en una mala supermala para mayor satisfacción de Penélope. Les cuento ahora una extravagante historia ocurrida en Chile y que no se sabe si provoca más risa o tristeza. El caso lo protagoniza el presentador de un famoso programa televisivo chileno, Jaime Campusano , que invitó a su programa a un hacendado del país, famoso por hacerse llamar sheriff y por su afición al viejo oeste. El vaquero se llama Aníbal Ríos e incluso dispuso de su propiedad para grabar una parte de programa. Al parecer, los guionistas estimaron que sería buena idea cerrar el espacio con un duelo simulado al más puro estilo O.K. Corral . Así que Aníbal, encantado de la vida, se encargó de preparar un saloon típico del oeste para la escena y, por supuesto, de suministrar los dos revólveres. El suyo y el del presentador. Comienza el rodaje y ambos contendientes se cruzan miradas asesinas hasta que llega el momento de la verdad. Aníbal, el sheriff, hace valer su experiencia y desenfunda más rápido pero, antes de que pueda sacar el arma de la cartuchera, ésta se dispara y le mete una bala en el muslo. ¿Qué había ocurrido?, pues que el anfitrión confundió el revólver cargado con munición de fogueo con el que tenía balas verdaderas. El pobre hombre se quedó desolado y hecho polvo. Pero el presentador todavía se está preguntando qué hubiera ocurrido si el arma no se hubiera disparado antes de salir de la funda. Dicen los técnicos que tuvieron que parar de rodar para atender al herido que Campusano no hacía más que repetir: «Esa bala era para mí». Acabo con el consejo del día: no se tomen las cosas por la tremenda, que no conduce a nada bueno. Miren el caso de José Castillo , un nicaragüense al que abandonó su mujer y que se tomó la decepción amorosa muy a pecho. Tanto que primero intentó cortarse la cabeza con un machete. Ante la dificultad de ejecutar la operación, lo intentó con las muñecas y también fracasó. Así que finalmente se cortó... pues sí, eso mismo, el pene. Los médicos no se lo han podido reimplantar y el señor Castillo sigue grave en el hospital, con una vigilancia intensiva porque, según dijo, estaba dispuesto a suicidarse al menor descuido del personal facultativo.