?oy es el gran día para Athina Onassis , la nieta más rica del mundo y figura escrutada desde antes de nacer. Hoy se casa con su novio Doda Miranda, y nuestro corresponsal en Brasil, José Rabunhal Neto , nos ha contado cosas de la boda, de la pareja y, por supuesto, de la rica (ya no heredera). De Athina se ha dicho que es la chiquilla de la sonrisa forzada, triste infancia, cartera oxigenada y currículum en blanco. Dirá «sí, quiero» delante de 750 invitados con ansias de ver y ser vistos. Es la boda del año en Brasil, una suerte de alianza entre un niño bien y una princesa sin diadema pero con diamantes. Ella necesita poca presentación: su abuelo Aristóteles pasó por las necesidades de la emigración, pero supo camelar a mujeres con posibles y establecer alianzas económico-sentimentales que lo llevaron a convertirse en el gran armador griego. Llegó a poseer una compañía aérea, pero siempre reflejó su estatus a través de dos amantes: la soprano María Callas y la viuda de Kennedy , Jacqueline , con la que contrajo matrimonio en 1968. Los méritos del prometido (si es que la prometida tiene alguno más que ser la nieta de un señor que le dejó en herencia unos 3.000 millones de euros) también parecen ceñirse a una cuestión sanguínea: su padre, dueño de una aseguradora, le garantiza una transfusión de 20.000 euros mensuales, paga que apenas le alcanza para dar de comer a sus caballos. Justificable, sin ánimo de moralizar, si los 15.000 euros que se gasta en montar diesen fruto, al menos, en forma de premio, pero no es el caso. Por lo demás, Doda es brasileño, tiene 32 años (12 más que ella) y usa unas camisas de cuadritos con cuello blanco que producen urticaria, aunque a veces las decora con el logo de Visa y todo cambia. Los ricos también lloran, pero el dinero actúa como planta desalinizadora. Eso, al menos, pensará él, que se separó de Sibele , la madre de su hija, cuando moraba en Bélgica, donde conoció a Athina. Ambos frecuentaban el picadero del también brasileño Rodrigo Pessoa y, según la prensa farandulera, la nieta de Onassis consoló al chaval, abandonado porque su ex no soportaba que en el ambiente que frecuentaban sólo se hablase de caballos. De aquellos polvos, estos lodos. No es eso lo que dice su ex, que jura y perjura que ella es la abandonada, que su marido vio la billetera de Athina y casi se desmaya y que cuando la conoció le pareció fea, pero como la chiquilla se encaprichó... Por entonces, la novia (en la partida de nacimiento consta Athina Hélène Roussel y, en un principio, no adoptará el apellido del novio) tenía 17 años y no era precisamente una sílfide. Pero el amor lo cura todo y Doda se la llevó a São Paulo, donde, a pesar de su afición por las trufas de chocolate, ella perdió veinte kilos tras someterse a una liposucción y a varias sesiones de drenaje linfático. Sean lo que fueren, esos tratamientos le permitirán entrar en el traje diseñado por Valentino, modisto que también vistió a Jacqueline para casarse con Aristóteles. Unas mechas en el pelo y la mirada embelesada del amor han hecho el resto. ¿Comerán perdices? No lo sabemos. Cada detalle de la boda, desde el menú hasta el peinado, está guardado bajo llave. Los suministradores del evento se enfrentarían a gravosas multas si abriesen el pico, aunque hay cotilleos que han trascendido. Por ejemplo, no se podrá entrar a la ceremonia con móviles ni cámaras, habrá 400 guardias de seguridad, los invitados accederán al recinto en 12 Audis y la parejita retozará en un lujoso (qué menos) nido de amor situado en Vila Nova Conceiçao. Eso sí, después de volver de la luna de miel, puesto que saldrán disparados desde la Fundaçao Maria Luisa e Oscar Americano, donde se celebrará el banquete, hacia el aeropuerto. A pesar de haberse integrado en la sociedad paulista, Athina podría regresar a Europa para presidir la Fundación Alexander Onassis e intentar formar parte del equipo griego de equitación que participará en las olimpiada de Pekín, aunque para ello tendrá que ejercitarse en el recinto hípico belga donde la pareja acostumbraba a montar.