El pacto contra el cambio climático se limita a una carta de intenciones

R. R.

SOCIEDAD

El responsable de Naciones Unidas dice que es un «buen comienzo», aunque espera «mucho más»

20 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La mayor reunión de la historia para combatir el cambio climático, a la que asistieron 193 países y 122 líderes mundiales, acabó ayer, en un fiasco histórico rodeado de polémica. No se aprobó ni un tratado vinculante ni tampoco un acuerdo marco que establezca una hoja de ruta clara y precisa con objetivos claros de cara el futuro. De la Cumbre de Copenhague solo salió una declaración política, una carta de buenas intenciones, la fórmula más descafeinada posible.

Ante el desacuerdo de numerosos países con la propuesta lanzada en la noche anterior por Estados Unidos y China y respaldada luego a regañadientes por la UE, la ONU se valió de una ardid diplomático para que el texto saliese adelante. Utilizó la fórmula de «tomar nota» del texto en conjunto, en vez de discutir cada punto, como es lo habitual Así consiguió que se aprobara y sortear el rechazo al documento de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Sudán, lo que obligó a suspender el pleno, y el enfado de otros muchos que se habían sentido excluidos de las negociaciones monopolizadas por las grandes potencias.

«Holocausto nazi»

«Es el peor acuerdo de la historia», aseguró el delegado de Sudán y representante del G.77, que agrupa a 130 países en desarrollo, Stanislas Di.Aping. Es más, comparó el acuerdo con el Holocausto nazi. «Es una solución basada en los mismo valores que metieron a seis millones de personas en hornos crematorios», señaló, lo que le valió la reprimenda de varios representantes ministeriales, entre ellos la española Elena Espinosa.

«Es un golpe de Estado a la carta de Naciones Unidas», lamentó la delegada de Venezuela. Y remachó el de Bolivia: «No nos parece correcto que intentemos, con el argumento de la buena fe, -dijo- imponer aquí un documento logrado por medios no democráticos que se nos presentó pocos minutos antes de proponernos su adopción».

Pero el acuerdo de mínimos le ha valido a la ONU. Su secretario general, Ban Ki-moon, aseguró que se trata de «un buen comienzo», aunque matizó que «está claro que es necesario mucho más para abandonar la senda del calentamiento climático, pero esta es la decisión correcta».

El texto, sin embargo, ni siquiera se marca como objetivo la cumbre del 2010 en México para lograr un tratado vinculante y deja vía libre a los Estados para que propongan antes del 31 de enero compromisos de reducción de emisiones. El acuerdo de Copenhague no impone obligaciones. Es más, pospone sine die la firma un tratado obligatorio de reducción de emisiones de CO2 heredero del Protocolo de Kioto, en vigor hasta finales del 2012.

La sesión plenaria que respaldó el acuerdo de mínimos, y que comenzó a las cuatro de la madrugada, estuvo rodeada por una atmósfera de golpe de Estado y caos. Para que la propuesta saliese adelante la presidencia danesa de la cumbre, que amenazó con abandonar la reunión, renunció a que el documento se adoptase por unanimidad, tal y como es habitual en estos casos. El acuerdo salió adelante como «nota informativa» en el que en un asterisco, a pie de página, consta el rechazo de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Sudán. Para el director internacional de Greenpeace, Kuuni Naido, el pacto de Copenhague constituye un «suicidio climático».