Un toque de realismo gallego

Alejandro Posilio

SOCIEDAD

Los diseñadores apuestan por acercarse al consumidor, sin perder un ápice en el cuidado de sus prendas

20 feb 2010 . Actualizado a las 12:19 h.

La segunda jornada de Cibeles Madrid Fashion Week, primera para los diseñadores consagrados, volvió a tener un marcado sabor gallego, como en la primera de El EGO, aunque en esta ocasión gracias a los diseñadores gallegos más internacionales, Roberto Verino y Adolfo Domínguez. Ambos cerraron un espectacular día con sendas colecciones cada vez más próximas al consumidor de la calle.

El primero en mostrar sus siempre cuidadas creaciones fue el modista verinés, que lanzó un grito en contra de las tendencias y en favor de la individualidad, para que cada uno de sus posibles clientes invierta, y no gaste, en lo que realmente le sienta bien. De ahí, toda una serie de creaciones en las que combinaba lo sport con lo sofisticado; lo mundano con el lujo, en las que aportaba detalles de gran calidad para que lo usual no sea convencional.

Verino pretende vestir a mujeres y hombres que viven la noche y el día de una gran ciudad y aciertan con el estilo que requiere cada ocasión. Para ello, combina barroquismo y sobriedad, materiales naturales cálidos y ricos con texturas o acabados tecnológicos, con cortes de trajes sastre y abrigos impecables, además de hechuras sexis y modernas. Dividió su desfile en cuatro partes. En la primera sobresalieron las aves del paraíso, con abrigos en tweed de colores vivos, cortes entallados y hombreras pronunciadas y pata ancha en los pantalones. Tonos esmeraldas, azules y rojos, adornados con plumas naturales. Luego dio protagonismo a las prendas elaboradas con materiales ricos y cálidos, como la lana y el cashmere, con acabados tecnológicos, plastificados y metalizados en tonos negro y gris plata.

Y echó mano de su eterno toque étnico para un estilo urbano rico en bordados y detalles de pedrería y plumas. Dio fin a su colección con la noche, el glamur y la sofisticación de prendas adornadas con elementos de azabache y cristalizados, con satén y chantilly, abrigados con plumíferos.

El cierre llegó al son del diseñador de A Pobra de Trives, que recurrió a fotografías hechas por el telescopio Hubble para contemplar el cosmos e inspirar una colección caracterizada por el patchwork, parches de distintos materiales, como punto sobre poliéster. Destacaron las prendas en las que combinaban los patronajes occidentales y orientales, con siluetas pegada al cuerpo envueltas con una especie de sari indio, y llamativos drapeados. Como en el cosmos, el negro fue el color predominante, pero con toques de azul noche, verdes pavo real, distintos tonos de grises y beis. Destacaron los bolsos overside, y los zapatos mocasines abotinados, protegidos con polainas de lana estilo equitación. Una apuesta original y atrevida que culminó con una ruptura en su tradición, recurrió al terciopelo, eso sí, reinventado con cortes asimétricos, para la noche.