De la cumbre de Cancún, que reúne ?a 194 países, apenas saldrán avances
05 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.La escena no se repetirá este año. Ni Obama, ni Lula ni los primeros ministros de China e India y otros emergentes se reunirán en un despacho a puerta cerrada para decidir el futuro del clima mientras Merkel, Sarkozy, Zapatero y los demás representantes europeos se quedaban con la puerta en las narices. Y no se repetirá porque en la cumbre del clima de Cancún, que se inició el pasado lunes y que esta semana entrará en su fase decisiva, no estará ninguno de ellos. En la conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático que se celebra en la ciudad mexicana solo participarán unos veinte jefes de Estado y de Gobierno de potencias menores. Es una señal inequívoca del perfil bajo que ha adquirido el encuentro por expresa voluntad de la ONU y del que nadie espera un avance fundamental. Y mucho menos enmendar la plana a la histórica cumbre de Copenhague del pasado año sobre la que pesaban enormes expectativas y que culminó en un fracaso casi absoluto. Apenas se llegó a un compromiso no vinculante -porque el acuerdo no fue aceptado por unanimidad-, en el que 120 países se comprometieron a reducir sus emisiones de forma voluntaria. Nada que ver con el esperado nuevo Protocolo de Kioto para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que sustituya al actual, que expira en el 2012.
Cancún será una cumbre de transición en la que sí se esperan lograr pequeños avances que allanen el camino hacia un acuerdo marco que se espera que se alcance el próximo año en Sudáfrica. Aunque tampoco hay nada garantizado. En México, los delegados de los 194 países participante intentarán conseguir avances parciales en áreas como la deforestación, mecanismos de financiación y tecnologías limpias. Las expectativas son menores, pero quizás por ello es probable que se logre más de lo esperado. «De Cancún nadie saldrá completamente feliz», advirtió la secretaria de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Christiana Figueres.
Las posiciones se mantienen
Los grandes temas pendientes, sin embargo, se mantendrán en lo sustancial. Estados Unidos ya avisó que no aumentará su compromiso, voluntario, de recortar sus emisiones en un 17% de cara al 2020 tomando como año base el 2005. Y la Unión Europea tampoco soltará ningún órdago: mantendrá su 20% de reducción de emisiones obligatorio para el 2020 tomando como año de referencia 1990. Su oferta de elevar la disminución hasta el 30% sigue en pie, pero solo si otros países hacen un esfuerzo similar. Algo que no ocurrirá, como tampoco la decisión de China de oponerse a que verifiquen sus emisiones. En el juego diplomático, los jugadores siguen sin mover ficha.
Como en toda cumbre del clima que se precie -será porque siempre se celebran en diciembre, cerca de la Navidad- tampoco en esta ocasión han faltado los buenos propósitos y las declaraciones de buenas intenciones que, como siempre, se quedarán en eso. «El cambio climático ya está cobrando una factura muy amplia a todos y es necesario que Estados Unidos y los grandes países emisores ratifiquen los compromisos para mitigar sus efectos», advirtió ayer el presidente de México y anfitrión de la cumbre, Felipe Calderón. Nada nuevo con respecto a lo que vienen diciendo desde hace años sus antecesores. Pero todo sigue igual.
Y tampoco, para variar, faltan los mensajes alarmistas, como el que ayer lanzó el presidente de Bolivia, Evo Morales. «Abandonar el Protocolo de Kioto sería aplicar un genocidio y un ecocidio. Sería grave para la humanidad», dijo. Nada que sorprenda. El guión se repite.