Ratzinger impulsa el reconocimiento de su predecesor, como Wojtyla había hecho con Teresa de Calcuta
15 ene 2011 . Actualizado a las 18:56 h.El papa Juan Pablo II, el pontífice que no quiso bajarse de la Cruz en ningún momento y que hizo de su existencia, hasta el último instante, un ejemplo de compromiso con la vida y una demostración de valor ante el sufrimiento, será beatificado este mismo año en la plaza de San Pedro. Concretamente el próximo día 1 de mayo, seis años después de su muerte, según informaron ayer Efe y el portal de noticias católico ACI-Prensa. Finalmente no ha habido retrasos en el proceso que lleva a Wojtyla a los altares, a los que el papa polaco va a ser elevado por Benedicto XVI con la misma celeridad e idéntico empeño a los que él mismo mostró en el reconocimiento de la santidad de la Madre Teresa de Calcuta. La religiosa albanesa («Dar hasta que duela, y cuando duela dar todavía más...»), por quien Juan Pablo II sentía verdadera admiración, hizo de su existencia, al igual que él, una heroica demostración de defensa de la vida y de compromiso con la humanidad entera. Fallecida en 1997, fue beatificada en el 2003. Y tampoco en el caso de Wojtyla se esperó a que transcurriese el lustro fijado en la legislación canónica para acometer la beatificación. El viento de la historia Ratzinger, haciendo uso de sus atribuciones, ordenó que la burocracia vaticana -que jamás se ha caracterizado por su celeridad-, precisamente, dejase a un lado la parsimonia que la caracteriza para responder al clamor que, en la misma plaza de San Pedro donde será beatificado, se escuchó («¡Santo subito...!») ante el féretro de Wojtyla. Un féretro sobre el que el viento de Roma -y por tanto el de la historia- hacía ondear, como una bandera, mientras se rezaba por el Papa, las páginas del Evangelio. Benedicto XVI acaba de reconocer el carácter milagroso de la curación, atribuida a Juan Pablo II, de una monja francesa. Y este milagro viene a culminar el proceso de beatificación -previo al que conlleva la declaración de santo- que, en la práctica, se puso en marcha el día 18 de mayo del 2005, cuando, cinco días después de que Benedicto XVI firmase la dispensa de los cinco años en principio necesarios para promover la causa, el cardenal Camilo Ruini sellaba el edicto destinado a pedir testimonios, tanto en favor como en contra, de la elevación del pontífice polaco a los altares. A finales del mes siguiente, el 28 de junio, el proceso de beatificación era declarado oficialmente abierto, pero por aquel entonces las peticiones de que Juan Pablo II fuese elevado a los altares se habían multiplicado ya en el mundo entero. Hasta el momento son cientos ya los milagros que se le atribuyen a Wojtyla, si bien la mayor parte, como es habitual, no superará las muy rigurosas investigaciones de la Santa Sede, que se cuida mucho de acudir solo a los católicos para analizar la posible no explicación científica de los supuestos milagros. Sin embargo, hay al menos uno más, en estos momentos, que podría ser reconocido, a no mucho tardar, por la Santa Sede. En este caso, se trataría de la curación de un enfermo de una dolencia hepática que ya estaba desahuciado por los médicos.