Cada vez son más los padres que acuden a actuaciones de bandas de rock con sus hijos. La tendencia, común a nivel internacional, va a más
25 ene 2016 . Actualizado a las 10:30 h.Lejos quedan los días en los que (muchos) padres consideraban el rock como algo pernicioso. Hoy (muchos) de los progenitores llevan a sus pequeños a los festivales, se ponen como locos a retirar entradas en cuanto se enteran que algún artista ofrece un recital enfocado para críos o los introducen a través de recitales de bandas tributo al mundo de los Stones, AD/DC o Sex Pistols. La tendencia va a más. Cada vez resulta más frecuente toparse a niños de cinco o seis años correteando entre guitarras eléctricas y escenarios. Algunos felices y contentos. Otros, aburridos y un tanto obligados por los deseos de un papá que ha cambiado la verbena o la música clásica del abuelo por su propia cultura. «Me encanta la idea de que los niños se acerquen al rock y vean cómo es una sala de conciertos», señala Yolanda Vila, una de las responsables de la sala Mardi Gras de A Coruña. En enero celebraron allí un concierto especial de Reyes con Los Claretes, uno de los grupos de versiones que mejor están funcionando en la ciudad y sus alrededores. Tocaron a las ocho de la tarde, poco después del fin de la Cabalgata y sentaron un precedente para futuras actuaciones en la misma línea. «Toda esta historia de tocar para niños nace de nuestra experiencia en las sesiones vermú», indica Gonzalo Mecha, batería de Los Claretes. «Al ser los conciertos a la una de la tarde mucha gente roquera venía con sus niños y estos flipaban. Le pedían volver a sus padres. Prefieren venir al concierto que ir al parque», se ríe el músico. Con ese panorama decidieron hacer su primera actuación pensada para un público por debajo de los diez años. El éxito fue arrollador. «Se llenó la sala y los niños se lo pasaron genial», recuerda Yolanda. Asegura que van a explotar ese filón más veces: «No da dinero, porque obviamente no se consume como en un concierto normal. Pero nos gustó tanto la idea que repetiremos seguro». Mecha, por su parte, ofrece una pincelada sobre el estado de las cosas: ?«lgunos de los padres que vienen a nuestros conciertos nos dicen que han tenido que desempolvar discos antiguos porque ahora los críos le piden que le pongan los temas de los Stones que tocamos nosotros. ¡Eso es tremendo!». También en Navidad, dio un paso en la misma línea David Pedrouzo, del Torgal, en Ourense. En ese caso optaron por su lado más pop. Contrataron a Alondra Bentley, una artista indie que diseña conciertos para niños. «Nos andaba la idea en la cabeza desde hace tiempo. Tenemos clientes con hijos entre dos y nueves años, que aún no tienen edad para ir a conciertos. Queríamos darles la oportunidad de que se estrenasen», explica. Triunfaron: «Las entradas se agotaron en un santiamén y mucha gente se quedó fuera». En el Torgal se involucraron al máximo. Decoraron el local para la fecha. Taparon las estanterías de las botellas de alcohol. Y forraron el suelo con colchonetas de colores. «Este tipo de recitales -reflexiona- sirven para introducir a los niños de modo natural en la música, que vean algo normal acercarse a una sala. Además, es un modo de que la clientela pueda disfrutar de la música al lado de sus hijos, que es algo que nos parece fantástico». También repetirá.
FESTIVALES EN FAMILIA
Mientras que en las salas el fenómeno resulta relativamente reciente, en los festivales al aire libre ya se detectó el cambio hace años. Eventos como el Lolapop de Ponte Caldelas ya contaba con programación infantil de tarde en el 2009. La Romería Pop, que se celebra anualmente en Santiago, proyecta desde el minuto uno la idea de padres e hijos juntos en una jornada dedicada a la música. Y el festival Sinsal San Simón, de la isla del mismo nombre, ya tiene para siempre asociada esa estampa familiar. Luis Campos, uno de los responsables de la productora Sin Sal, apunta que se trata de algo totalmente intencionado: «Nuestra filosofía en ese aspecto es muy clara: los niños van a ser los futuros clientes de la música y pretendemos que esta forme parte de su proceso educativo, que no la vean como algo raro». Pero, más allá de ello, se suma la experiencia emocional, vivida en primera persona: «La gente de mi generación que somos padres no queremos tener a los niños apartados de eso. La idea de poder acudir a un evento como San Simón con los hijos nos parecía tremendamente atractiva». Esa idea se convirtió en realidad y, hoy por hoy, en San Simón se encuentra la fotografía más idílica de la relación entre música, infancia, educación y naturaleza de Galicia. «Queríamos que los niños formasen parte del grueso del festival, no dedicarles una parte o hacerles un taller específico al margen de sus padres», apunta Luis, desprendiendo en su planteamiento algo más intangible: «Las cosas que viven ahí son recuerdos para toda la vida y en esos recuerdos siempre está la música. Mucha de la gente que acude al festival nos dice que los niños les preguntan ¿cuándo es el festival de la Isla?». Entre las medidas de Sinsal para fomentar la presencia de niños figura el cobrar una entrada reducida que, en algunos eventos, incluso llega a ser gratuita. En una línea similar trabajó el Festival do Norte, que tradicionalmente tenía lugar en Vilagarcía de Arousa y que este año se desplazará a la Illa de Arousa. Allí los menores de 12 años acceden gratis al recinto. Y no resultaba extraño ver a pequeños de 7 u 8 años en los conciertos de la tarde disfrutando de artistas como La Bien Querida o Dorian, de sorprendente éxito entre los más pequeños. «Para nosotros está clarísimo que ese es el futuro», subraya Toño Caneda, organizador del festival. «Siempre hemos dado charlas en institutos con algunos de los artistas que vienen al tocar», apunta. El año pasado Miqui Puig y su vasta cultura pop encandiló a los escolares de la zona. Además, también se dio el primer paso de algo que apunta a convertirse en tradición: una paella popular con música en vivo. «Se trata de que la gente con niños pequeños venga, nos conozca y disfrute de la música concebida como un ocio de tipo familiar». Para este año la apuesta se redoblará: «Introduciremos talleres específicos para niños en el festival. Queremos que puedan tocar instrumentos y experimenten con las sensaciones. En el fondo, pretendemos transmitir la idea de que la música puede ser una forma de vida y una profesión, como ocurre en otros países, no solo una cosa de cuatro friquis». Visto lo visto, se constata que el cambio experimentado en la percepción de la música popular ha sido total. En medio de este nuevo panorama surgen algunas voces maliciosa. Unas apuntan a un supuesto postureo en el que se trata a los niños como un complemento de moda con sus cascos protectores y su camisetas de grupos. Otras auguran una futura rebelión de los hoy niños que, por pura rebeldía, irán a la contra de esa cultura fomentada por los padres. «Lo dudo - dice Luis Campos de Sinsal-. Siempre quedan cosas. Yo estoy seguro que de todos estos niños que acuden a los festivales ahora surgirán futuros seguidores de la música. Para ellos ir a un concierto será como ir a comprar el pan. No tendrán que esperar a la adolescencia para debutar». Pedrouzo, del Torgal, opina que lo mejor es esperar: «Hoy vienen con sus padres, ya veremos luego si vienen solos. Pero el primer paso está dado».