Los Suárez, una tragedia a lo Kennedy

SOCIEDAD

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El cáncer en el cuello detectado a Adolfo Suárez Illana lo convierte en el quinto miembro de la familia afectado por esta enfermedad, que ya se ha cobrado la vida de la esposa del expresidente y de una de sus hijas

11 may 2014 . Actualizado a las 13:21 h.

En una España acostumbrada a los políticos acartonados del franquismo, la llegada de un personaje carismático, atractivo y elegante como Adolfo Suárez a la presidencia del Gobierno aportó en 1976 un toque de modernidad y glamur que, unido a la apertura a las libertades que propició, hizo que algunos lo compararan en la prensa, salvando todas las distancias, con el presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy. Lo que Suárez no imaginaba es que, décadas después, ese paralelismo con el clan Kennedy no se debería a su fama de galán y seductor, sino a la tragedia permanente que acompañaría a sus respectivas familias, marcadas por la muerte prematura de muchos de sus miembros.

Adolfo Suárez Illana, que el pasado jueves fue operado de un tumor cancerígeno en el cuello, ha sido el último miembro de la familia del expresidente recientemente fallecido que se ha visto afectado por esa enfermedad, que se cobró ya la vida de su madre, Amparo Illana, y de su hermana mayor, Mariam, y de la que no se han librado Sonsoles y Laura, las otras hermanas. Javier, el pequeño de la saga, es el único miembro vivo del clan que se ha librado del cáncer. El expresidente del Gobierno, que tampoco se vio afectado por esta enfermedad, murió de alzhéimer y solo llegó a ser consciente del fallecimiento de su esposa, en el que muchos ven el origen de su progresiva desconexión con la realidad. «¿Quién es Mariam?», le preguntó en su día a su hijo Adolfo cuando este le comunicó que su hija mayor, Mariam, había fallecido.

Al igual que hicieran su padre y el resto de su familia, Suárez Illana ha recibido con enorme entereza de ánimo la noticia de su enfermedad y se ha mostrado dispuesto a luchar contra ella apoyado en una profunda fe religiosa. «Ser un Suárez sin cáncer es como un huevo duro sin sal», llegó a decir con humor el pasado lunes, cuando hizo pública su dolencia. Ni él ni los médicos que le atienden ocultan la gravedad de su enfermedad, aunque confían en que el hecho de que se haya detectado en un estado precoz le permita superar el cáncer. En la operación del pasado jueves, realizada en la Fundación Jiménez Díaz Madrid, se le extrajeron los ganglios afectados. En una segunda intervención, que se realizará a finales de esta semana, le será extirpado el tumor localizado en el cuello

La maldición de los Suárez, una expresión que ellos siempre han rechazado por considerar que su caso podría ocurrir en cualquier familia, comenzó en 1993, cuando a Mariam, embarazada de su hijo Fernando y con solo 29 años, se le detectó un cáncer de mama extendido ya al pulmón, hígado y cerebro. Vivió 11 años luchando contra la enfermedad y falleció en 2004. Su madre, que llevada por su fe religiosa llegó a pedir a Dios que limpiara el cáncer de su hija y se lo pasara a ella, fue diagnosticada solo un año después que Mariam, en 1994, de otro cáncer de pecho que, en su caso, se extendió pronto al cerebro, lo que provocó su muerte en 2001 después de un proceso trágico que marcó de por vida a Adolfo Suárez, volcado en exclusiva durante años en cuidar a su esposa.

Sonsoles, otra de las hermanas, tuvo que someterse a una mastectomía de los dos pechos en en el 2004. Se vio obligada a abandonar su profesión de periodista pero logró superar la enfermedad. Y en el año 2012, fue Laura, la hermana mediana, la que se vio afectada por un cáncer de mama. Al igual que Sonsoles, se sometió a una mastectomía y hasta el momento no ha sufrido recaídas.

Ahora es a Adolfo, el más conocido de la familia por actuar siempre como portavoz y por su intento de hacer carrera política en el PP, al que le toca luchar. Solo el pequeño Javier, de un carácter mucho más reservado que el resto, tal y como se pudo comprobar durante las honras fúnebres en honor del expresidente del Gobierno, se ha librado de las garras de la enfermedad.

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