Mauricio López-Roberts, el aristócrata amigo de Rafi Escobedo condenado por encubrir el crimen de los marqueses, murió el sábado a los 72 años
10 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.«Solo o en compañía de otros». En la sentencia que condenó a 53 años de cárcel a Rafael Escobedo, Rafi, por el asesinato de sus exsuegros, los marqueses de Urquijo, había muchos nombres ocultos. Uno de esos pudo ser el de Mauricio López-Roberts, marqués de Torrehermosa, que murió el pasado sábado y fue enterrado en la más estricta intimidad, según una esquela publicada ayer en el diario El Mundo. Tenía 72 años y su vida quedó marcada el 26 de febrero de 1990, cuando la Audiencia Nacional lo condenó a 10 años de cárcel y al pago de 10 millones de pesetas a cada uno de los hijos de los marqueses -Juan y Myriam- por encubrir el asesinato de sus padres. La propia sentencia consideraba insolvente al noble encubridor.
Mauricio López-Roberts tenía más o menos la edad de la marquesa de Urquijo (45) cuando ocurrieron los hechos, y consideraba a Rafi Escobedo (de 26 años en ese momento) como un hijo. Ambos, junto a Javier Anastasio, cenaron juntos la víspera del crimen y, según algunas fuentes, al vino de la cena se sumó algo de marihuana. Ahí se enteraría del plan para acabar con los marqueses, pero no lo denunció.
Inicialmente, López-Roberts estaba fuera de sospecha del crimen, pero unas declaraciones suyas hicieron que se abriese un segundo sumario en octubre de 1983. Este asunto afectó a Javier Anastasio -quien llevó a Rafi a la casa de los Urquijo y después tiró el arma al pantano de San Juan-, imputado como coautor del crimen. López-Roberts aconsejó a Anastasio que huyese de España, y le prestó 25.000 pesetas para hacerlo; Anastasio fue a Londres e, inexplicablemente, regresó. La Audiencia también le condenó por esta ayuda.
Con el tiempo, López-Roberts fue uno de los muchos que implicó a otra gente en el asalto al chalé de Somosaguas el 1 de agosto de 1980. Hablaba, al igual que los otros dos acusados, de un complot para que los hijos de los Urquijo heredasen la ingente fortuna familiar -cifrada tres años antes en 200 millones de pesetas- y a la vez para que diesen luz verde a la compra del Banco Urquijo por parte del Banco Hispano Americano, a la que se oponía el fallecido Manuel de la Sierra.
La propia sentencia reconoce que con Rafi podría haber más implicados, entre ellos un cazador avezado (Rafi no lo era), ya que si bien al marqués le dispararon en la nuca, a la marquesa, que dormía en otra habitación, el tiro fue en la boca porque ella se levantó, y el asesino la remató disparándole en la yugular, un gesto habitual entre los cazadores. Además, la pistola era de pequeño calibre (22) y eso obligaba al tirador a acercarse mucho a la víctima, algo poco creíble para un inexperto como Rafi.
Con la muerte de López-Roberts, solo queda Javier Anastasio para aclarar cuántos están tras un crimen que conmocionó a la sociedad por su mezcla de riqueza y maldades.