Un mendigo que se graduó en Harvard es juzgado por uno de sus compañeros de promoción

JACOBO CASTRO / A.A. REDACCIÓN

SOCIEDAD

Alfred Postell es un mendigo de Washington que sufre esquizofrenia, una enfermedad que lo ha dejado en la calle y no le ha permitido desarrollar su profesión

19 jul 2015 . Actualizado a las 02:37 h.

Emotiva historia la que llega desde Estados Unidos. Alfred Postell es un mendigo de Washington. Su apariencia no pasa desapercibida: gran barriga, toalla enrollada en la cabeza a modo de turbante y barba descuidada. Todas sus pertenencias están dentro de una bolsa de plástico que siempre va con él. No es difícil encontrarlo en la ciudad, siempre está en el mismo punto, en la intersección de la calle 17 y la 1. Si hace frio duerme en una iglesia, o en algún edificio privado, y precisamente esto último, es lo que lo ha llevado a ser protagonista.

Postell fue denunciado tras haberse colado en un edificio privado a dormir y esta denuncia lo llevó a juicio. Cuando llegó a la corte, comenzaron a leerle sus derechos, a lo que él contestó «Soy abogado. Y presté mi juramento como abogado en 1979, cuando me gradué en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard». Esta afirmación captó la atención del juez Motley. Él también se había graduado ese año en Harvard, por lo tanto, aquel hombre había sido su compañero. 

«Señor Postell, me acuerdo de usted» dijo el juez. Aquel hombre que se presentaba allí había sido su compañero de promoción en otro tiempo. De hecho, se trataba de uno de los alumnos más brillantes de aquella promoción en la que estaban, además del propio Motley, el actual presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, John Glover Roberts Jr. Postell había cambiado mucho físicamente. Cuando era joven estaba muy delgado, tenia el pelo corto y un pequeño bigote. Pero, ¿qué había ocurrido con él para que acabase de esa forma?. La razón por la que el protagonista no pudo desarrollar una brillante carrera al igual que su ex-compañero, fue la esquizofrenia que le diagnosticaron, la cual se adueñó de su mente y lo dejó en la calle, sin hogar ni profesión.

A pesar de la situación. Motley hizo su trabajo. Mandó a Postell a la cárcel hasta que se resuelva su caso. Aunque informó de que no quería dar entrevistas a los medios, si que dejó clara una cosa respecto a la sentencia: «no tuve opción».