Molino harinero y 12 vacas con 87 años

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Alberto López

Una maestra de Lugo gestiona una industria de harina del país y una explotación de ganado vacuno

10 feb 2018 . Actualizado a las 19:16 h.

Hizo Magisterio y empezó Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago, pero el destino quiso que acabara al frente de uno de los molinos harineros más productivos de Galicia y de los pocos dedicados en exclusiva a la elaboración de «fariña do país». Es, además, la titular de una explotación que tiene una docena de vacas. Con 87 años, cumplidos esta misma semana, María del Carmen García Roca es quien gobierna La Lucense, la empresa y la marca de su harina cuya calidad ya descubrieron algunos panaderos catalanes para comercializar en Barcelona pan cien por cien gallego.

A María del Carmen no se le escapa absolutamente nada. Está más activa que muchos jóvenes de veinte. Su centro de operaciones es el salón de su casa anexa al molino. Un aparador con loza y una tele de las antiguas, unos sofás de los años setenta, un radiador y una mesa de comedor constituyen el mobiliario de la «oficina». Nada de ordenador. La computadora es su cabeza. Conoce hasta el último detalle de la historia del molino que está justo a la entrada de Lugo, en la antigua N-VI, enfrente del paseo del río Rato.

Del racionamiento

El molino harinero tiene sus orígenes en la familia del bisabuelo del marido de María del Carmen, fallecido hace ya 48 años. Está en el actual emplazamiento desde el año 1939, según recuerda su propietaria, después de ser trasladado de su primera ubicación porque a donde estaba no llegaba la luz eléctrica y, además, había dificultades para la entrada de los transportes del grano.

La instalación tuvo un gran protagonismo porque fue una de las tres a las que, en época de la posguerra, se les encomendó la misión de producir harina para hacer el pan de la ración que se entregaba a la población después del desastre de la Guerra Civil. «En aquel momento se establecieron tres centros de producción para que cada ciudadano pudiese tener un trozo de pan. El molino de Pedro Pumariño, en el barrio lucense de A Fervedoira; el de Benigno Quiroga, de Pobra de San Xiao y este del Rato», recuerda la activa octogenaria.

El molino en el que nació La Lucense pasó de ser maquilero (moler cereal a particulares) a pequeño centro de producción de harinas al principio de los 50. «No fue una gestión fácil. Hubo que comprar derechos industriales a la Compañía Central Harinera. Primeramente conseguimos los de una harinera de Alcira (Valencia), que fue derribada para hacer urbanización, y luego otros en Valladolid», explicó la responsable de la empresa.

En la actualidad tiene una capacidad de moler en 24 horas un total de 9.600 kilos de grano. La jefa explicó que, aunque depende de varios factores, un kilo de trigo da un 70 % de harina; 80 %, el de maíz y 60 % el de centeno. Todo el grano que llega es del país.

¿Y las 12 vacas? «Muy sencillo: para no tener abandonadas, llenas de maleza, las tierras de la explotación familiar», explicó María del Carmen. Estas semana aún inscribió un nuevo ternero.

«Lo que lleva ácido ascórbico y leguminosas no es pan»

A una productora de harina de 87 años no hay que enseñarle nada sobre la calidad del pan. Se queda perpleja, a veces, cuando ve la composición de algunos productos que se venden como tal. Entre otras muchas cosas, dice, llevan harinas de leguminosas y ácido ascórbico, «además de un etcétera muy largo que puede verse en las etiquetas». «Y el pan, al menos como lo conocemos en Galicia, solo lleva cereales cuya harina, transformada con maestría por algunos panaderos, se convierte en el excelente producto que tenemos en Lugo. Al resto, que le llamen como quieran, pero no es pan», advierte.

Mari Carmen es quien se encarga del control de calidad. Revisa atentamente en su mano el salvado para determinar la calidad de la harina. «El salvado es la ecografía de la molturación del cereal», advierte.

María del Carmen no tiene pensado dejar la gestión del La Lucense, que tiene la continuidad asegurada porque la asumirá un hijo. Dice que, mientras pueda, quiere estar activa porque no concibe que llegue una mañana en la que no tenga un motivo para levantarse de la cama. «Además, quiero seguir aprendiendo, en la gran universidad que es la sociedad. Alguien del que no esperas nada puede tener una sabiduría tremenda que se transmite con espontaneidad. El saber popular es tremendo», advierte.

Algún achaque de movilidad no es motivo para que gestione con mano firme un molino con máquinas que ya casi son de museo, pero que funcionan como un reloj.