Cuando la educación sexual es el porno

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El uso de webs eróticas se dispara entre los adolescentes y baja la edad de sus primeras relaciones. Expertos alertan de que ese modelo sin formación «es una bomba de relojería»

14 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El escenario es de tormenta perfecta. Los estudios establecen que la media de edad de las primeras relaciones sexuales entre los jóvenes españoles se encuentra alrededor de los 15 años. A su vez, los datos del equipo del profesor Antonio Rial Boubeta de la USC hablan del creciente consumo de pornografía por parte de menores, que se ha duplicado en los últimos tres años. Y todo ello sin que dentro del sistema educativo español exista la educación sexual obligatoria. Todo se reduce a talleres puntuales, que algunos colegios conciertan motu proprio con ayuntamientos o asociaciones. Nada más.

Ante esta situación los profesionales dan la voz de alarma y advierten de las consecuencias que esta situación puede traer si no se corrige. «Esto es una bomba de relojería a varios niveles», advierte el psicólogo clínico ourensano Ricardo Fandiño. Junto a Vanesa Rodríguez ha tratado el tema en el libro La lucha sexual de los adolescentes en la hipermodernidad. «Tener ese modelo es terrible. La gran mayoría es una pornografía muy machista, falocéntrica y centrada en el coito. Ahí no se atiende a la empatía ni al respeto por el otro. Pero, además, es imposible de reproducir en la vida normal. ¿Cómo se reproduce en un primer encuentro sexual el modelo pornográfico? Eso está llamado al fracaso. Y genera una gran decepción».

En una línea similar se pronuncia Belén Montesa, psicóloga y sexóloga de Santiago. Sostiene que «la pornografía supone una agresión para el desarrollo psicoemocional de los jóvenes», ya que, además de dar ofrecer una idea de la sexualidad «sin afecto, con la mujer cosificada y violenta», tiene un efecto secundario: «Produce una desensibilización. Ven esos comportamientos como posibles. Y son posibles en las fantasías, pero no en la realidad».

La sexóloga Martina González, directora del centro de sexología Con mucho gusto, subraya que el problema va mucho más allá: «Nos echamos las manos a la cabeza por lo mal que gestionan las relaciones y echamos la culpa al porno, mientras mantenemos relaciones centradas en el coitocentrismo, asumimos la heterosexualidad hasta que se demuestra la contrario, seguimos transmitiendo estereotipos de género normativos y machistas o transmitimos los mitos del amor romántico». Por ello apela a una educación sexual desde la infancia que abarque «aspectos como la autoestima, los afectos, el autoconocimiento, la comunicación, las relaciones y los vínculos que establecemos con los demás, los roles, el género, la diversidad sexual, el placer o el consentimiento».

Hasta el momento, la educación sexual, que los expertos consideran totalmente insuficiente en España, ha estado muy centrada en la prevención. «Se plantea para evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual», señala Belén Montesa. «Vamos a lo urgente -añade-. Llegamos a la adolescencia, en lugar de hacerlo desde la infancia promoviendo lo bueno, no evitando lo malo». Las consecuencias son para Ricardo Fandiño claras: «Los chicos y las chicas no saben y creen que saben. Y como creen que saben no buscan más allá. El altavoz de la pornografía es muchísimo más potente que cualquier otra información que tenga».

Regulada por ley

El Gobierno pretende cambiar la situación y, al igual que ocurre en países como Suecia, Alemania y Francia, llevar el tema a las aulas. El borrador de la Ley de Violencia contra la Infancia prevé que todos los colegios incluyan educación afectivo-sexual desde los seis años. Y hasta los 16. Esta se adaptaría al nivel madurativo del alumno e incluiría aspectos como la diversidad sexual, el conocimiento del propio cuerpo y del otro, la prevención y detección de la violencia o la prevención de embarazos no deseados.

«Menos es nada, pero a los seis años seguimos llegando tarde, porque educamos desde el nacimiento y no lo estamos haciendo bien», piensa Martina González. «Depende mucho de cómo se lleve a cabo», apunta Belén Montesa. «Tiene que ser una educación científica, no ideológica. Estamos donde estamos porque nos lo hemos ganado a pulso. He visto en colegios como llegaban, les daban condones a los chicos y se los enseñaban a poner con un plátano. Si yo a los 14 años les estoy enseñando eso lo que les estoy diciendo es "Se te pasa el arroz". Y a lo mejor ni siquiera sabe lo que le gusta realmente».

Antonio Rial Boubeta también defiende entrar en la escuela. Pone el acento en la revolución tecnológica: «Los riesgos derivados de Internet y de nuestra propia ingenuidad como padres y madres son mayores que en generaciones anteriores. Se ha acortado el tránsito por la adolescencia. Nuestros hijos viven cada vez más jóvenes experiencias para las que no estén preparados. Hay que educar. Esta sociedad pide hacerlo mejor que antes».

La demanda parece existir. Chus Díaz, psicóloga del Centro de Orientación Familiar de A Coruña que coordina los talleres de educación sexual del Ayuntamiento, lo corrobora: «Hemos tenido que ampliar el número de horas del año pasado». Ricardo Fandiño indica que no se queda en los jóvenes: «Grupos de padres nos solicitan cada vez más formación al ver la situación». Ahora el tema mira ya al Congreso de los Diputados.

Desde prevenir el abuso infantil a educar el deseo, pasando por el diálogo familiar

Como insisten los profesionales, la educación afectivo-sexual va mucho más allá de la prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual. Tomando como referencia el trabajo de los profesores Felix López y Santiago Frago, referencias a nivel nacional en esta material, se podrían establecer tres etapas. Estos son algunos de los objetivos.

Infantil

De 0 a 6 años.

-Adquirir los conocimientos básicos que les permitan el contraste de sus concepciones en torno a la sexualidad humana.

-Apreciar la sexualidad como una forma de comunicación, afectividad y placer entre las personas y, cuando se desea, de reproducción. Reconocerse como niña o niño independientemente de sus genitales.

-Actuar con naturalidad ante los temas sexuales, participando en el diálogo sobre estos temas en la escuela y la familia y desarrollando un vocabulario.

-Trabajo de roles en relación a su deseo y no a su género. Prevención del abuso sexual infantil.

Primaria

De 6 a 12 años.

-Adquirir conocimientos básicos acerca del hecho sexual humano con el fin de cuestionar y eliminar creencias y prejuicios.

-Ir consolidando una identidad sexual libre de elementos de género discriminatorios.

-Establecer el diálogo y la comunicación sobre los temas sexuales en el interior del grupo de iguales, en la familia y en la escuela.

-Desarrollar una ética social, donde las relaciones personales estén basadas en la igualdad, el respeto y la responsabilidad.

Secundaria

De 10 a 16 años.

-Entender y vivenciar la sexualidad como un valor.

-Quebrar un modelo cultural de sexualidad genitalizado.

-Cultivar actitudes que nos reconcilien con nuestros sentimientos sexuales; sentirse cómodos con la propia sexualidad.

-Saber hacer lecturas iconográficas y de contenido de los medios de difusión cuando tratan de mensajes sociosexuales, eliminando mitos, errores y estereotipos sexuales.

-Mejorar la autoestima en su dimensión personal y corporal.

-Educar en el deseo, mejorando las habilidades interpersonales.

-Conocer la visión sexológica de la anticoncepción y hacer una valoración útil y ética de su utilización.

Dudas sobre cómo abordar el tema en los colegios, pese a ser algo necesario

Las reacciones al borrador de la nueva ley que planea el Gobierno son de cautela. «Las ideas son muy buenas hasta que se llevan a la práctica», dice Rogelio Carballo, presidente de Confapa (que engloba a las asociaciones de padres de colegios públicos). «Es necesario, pero no sé si a los seis años es lo más adecuado. A esa edad creo que hay que educarlos más en valores y en respetar al diferente», indica. La responsable de Concapa (que abarca los centros concertados), María José Mansilla, también recela: «Es importante llegar a los adolescentes, pero el tema es cómo se da y quién lo da. A veces la gente que da esos talleres viene de fuera del ámbito educativo y ahí es donde los padres están en desacuerdo. En ese sentido ya hemos tenido malas experiencias».