La dieta atlántica sí es sana: baja el colesterol y 1,2 kilos de peso de media
SOCIEDAD
Las familias de A Estrada que participaron en un ensayo clínico mejoraron su salud
21 oct 2019 . Actualizado a las 16:50 h.Imposible. Fue lo primero que escuchó María del Mar Calvo cuando planteó al Gobierno un ensayo clínico con 250 familias del municipio de A Estrada para probar los beneficios para la salud de la dieta atlántica. Parecía inimaginable que se pudiera reclutar a un volumen tan importante de participantes para un estudio de estas características, pero la realidad del proyecto Galiat 6+7 superó todas las expectativas. No solo se consiguió el objetivo -incluso se apuntó más gente que no pudo ser aceptada-, sino que los resultados clínicos obtenidos a lo largo de los seis meses que duró la experiencia sobrepasaron con creces lo que previamente se podía esperar. «Superamos muchísimo las expectativas. Demostramos que podemos comer sano, rápido y barato con la dieta de nuestros abuelos, lo que también nos indica que la gente quiere comer bien», destaca Calvo Malvar, la investigadora principal de una prueba médica en la que siete empresas aportaron productos locales como grelos, berzas, aceite de oliva gallego, variedades de vino albariño y mencía, queso y mejillones, cuyas propiedades habían sido previamente evaluadas por varios equipos de científicos que participaron en la iniciativa. Estos alimentos se repartieron entre 127 familias, el grupo de intervención, y los resultados se compararon con el resto, 123, que actuaron como grupo de control.
Los datos obtenidos, que se publicarán en una revista científica, no dejan lugar a dudas sobre las bondades de la dieta atlántica. En el equipo de intervención se observó una disminución media de la concentración de colesterol de 5,4 miligramos por decilitro (mg/dl), un dato «clínicamente significativo», que fue mayor en mujeres y niños; el nivel de LDL se redujo en 3,6 mg/dl y en la composición corporal también se observaron cambios importantes. En seis meses, los participantes redujeron su peso en una media de 1,2 kilos -1,7 kilos en varones adultos y 0,8 en mujeres-, con una bajada importante en el porcentaje de masa grasa corporal. El 11 % de los participantes adultos perdieron más del 5 % de su peso. Y no comieron menos, sino que lo hicieron mejor. Un ejemplo de ello es la reducción significativa en la ingesta calórica, que fue de 189 kilocalorías al día en el grupo de intervención y de 120 en el de control, debido al efecto arrastre. En comparación con el valor inicial, el consumo de grasas, grasas saturadas y colesterol disminuyó de forma destacada: 11,9 gramos al día, 4,4 gramos y 34 miligramos, respectivamente. En las personas que siguieron la dieta se detectó, además, que la prevalencia de síndrome metabólico -grupo de condiciones que elevan el riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca y diabetes tipo 2- se rebajó en un 2,6 %, así como un menor incremento de la tensión arterial, aunque ligero, y de resistencia a la insulina.
«En el grupo de intervención -resume María del Mar Calvo- se observa un desplazamiento en el consumo de energía, macro y micronutrientes, y destaca la reducción en el consumo calórico, en el de colesterol y en el de ácidos grasos, y el incremento en la ingesta de fibra y vitaminas».
«No lo esperábamos»
«La verdad es que no esperábamos que adelgazaran porque en la dieta que planificamos no introdujimos restricciones calóricas, pero lo hicieron al cambiar su patrón alimentario por otro más saludable», destaca la especialista del Hospital Clínico de Santiago.
Lo que sí se hizo fue ofrecer a los participantes consejos de nutrición que les ayudaron a comer mejor y a recurrir en mucha menor medida a los alimentos ultraprocesados. «Había gente -explica la doctora- que hacía dos comidas al día, pero en las que se metían más de 5.000 calorías. Les aconsejamos cinco y no saltarse el desayuno, con lo que también se evitó que picaran entre horas».
Más pescado, queso, aceite de oliva y frutas que en la mediterránea
La dieta atlántica se caracteriza por el consumo abundante de alimentos locales, de temporada, frescos y mínimamente procesados. Son productos de la tierra (frutas, verduras, pan, cereales y legumbres), pescados y lácteos, con un consumo moderado de carne, principalmente de vacuno y cerdo, y de huevos. También se caracteriza por el uso de salsas de baja carga energética, por el empleo del aceite de oliva para aliño y cocinado y por la ingesta moderada de vino, normalmente en las comidas. A diferencia de la mediterránea, destaca por el mayor consumo de lácteos -leche y quesos-, de pescado y, aunque parezca extraño, de aceite de oliva, frutas y verduras. En el cocinado prima más la cocción y el vapor frente a la fritura.
Obesidad mórbida: perder 30 kilos para eliminar la diabetes
Un paciente con obesidad mórbida -aquellos que cuentan con un índice de masa corporal (IMC) mayor de 34 kilos por metro cuadrado- que pierda entre 30, 40 o 50 kilos puede resolver sus problemas sus problemas de diabetes tipo II en entre un 50 y un 98 % de los casos, dependiendo de la técnica empleada. Es una de las conclusiones expuestas ayer en el tercer simposio del Grupo Gallego del Tratamiento de la Obesidad, que reunió en Santiago a especialistas de diferentes ámbitos de la medicina.
Javier Baltar, miembro del equipo de cirugía de la obesidad del Hospital Clínico de Santiago, incidió en la necesidad de que el tratamiento de la obesidad grave sea realizado por «un equipo multidisciplinario, y se debe controlar de por vida, con el paciente en el centro de la terapia». Según sus estimaciones, el exceso de peso perdido tras las intervenciones varía en función de la técnica utilizada: un 47 % tras la banda gástrica, un 60 % tras gastrectomía vertical, un 68 % tras un baipás gástrico y un 80 % tras un cruce duodenal. Todas se realizan con laparoscopia, por lo que el impacto sobre el paciente es mínimo, al igual que la morbilidad y la mortalidad, inferior al 0,5 % de los casos.
La seguridad de estas operaciones, según Raquel Sánchez-Santos, presidenta de la Sociedad de Cirugía de Galicia, «ha mejorado radicalmente en los últimos años, con técnicas mínimamente invasivas, por lo que es posible ofrecerlas a adolescentes con graves problemas de obesidad».
En el encuentro, los especialistas insistieron en la necesidad de realizar un seguimiento posquirúrgico de los pacientes.