«Intocable», el documental sobre Harvey Weinstein que muestra cómo actuaba el monstruo

Oskar Belategui MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

SHANNON STAPLETON | REUTERS

Esta producción de la BBC que se estrena en cines recopila los testimonios de las víctimas de abusos

03 sep 2019 . Actualizado a las 15:17 h.

En un momento de Intocable se escucha la voz de Harvey Weinstein en la grabación de un periodista al que sus jefes prohibieron publicar cualquier información sobre el productor: «Soy el puto sheriff de esta puta ciudad», amenaza. No era una bravata. Durante tres décadas, Weinstein actuó a su antojo en el cine americano gracias a su buen ojo para las películas y un sentido del márketing que le brindó una nominación al Óscar durante diez años seguidos. Remontaba las cintas sin tener en cuenta al director -se le apodaba Harvey Manostijeras- y exprimía sin piedad a sus empleados, a los que podía lanzar ceniceros de mármol a la cabeza.

Sexo, mentiras y cintas de vídeo, Clerks, El piano, Shakespeare in Love, Pulp Fiction, Cinema paradiso y La vida es bella deben su éxito a este neoyorquino de 67 años criado en pisos de protección oficial en Queens, que en su etapa universitaria nunca destacó en nada. Fue un chaval acomplejado por su aspecto que pronto aprendió a comportarse como un gángster. Un tipo transparente que siempre decía lo que pensaba con sinceridad brutal y cuyo amor por las películas le llevó a convertir el cine independiente americano en un fenómeno global. Fue el rey de Cannes, los Óscar y la noche neoyorquina. Como resume su antigua asistente en el documental de Ursula Macfarlane: «Éramos la hostia».

El filme, que llega a los cines españoles este viernes, contiene por primera vez los testimonios de exempleadas y actrices víctimas del acoso del hombre que, a su pesar, propició el movimiento #MeToo. Rostros populares como Rosanna Arquette (y Paz de la Huerta, que escaparon de las garras de un depredador que durante años se benefició de la impunidad y el silencio de un Hollywood que conocía perfectamente su patología.

«Harvey no aceptaba un no por respuesta, así que él piensa que todas sus relaciones sexuales han sido consentidas», explica una de sus víctimas. Su modus operandi siempre era el mismo. Citaba a una actriz en la suite de un hotel de lujo y la descolocaba al aparecer desnudo. Lo siguiente era pedirles un masaje para aliviar el estrés. «Si me quedo quieta, quizá todo esto desaparecerá o quizá desapareceré yo», rememora la actriz Erika Rosenbaum, que huyó a la carrera cuando el productor comenzó a masturbarse. Las que se negaban recibían la frase de cualquier acosador que ejerce su abuso de poder: «No vas a volver a trabajar en esta industria». Por desgracia, Weinstein estaba en situación de cumplirlo.

Producido por la BBC y los artífices de oscarizados documentales como Searching for Sugar Man y Man on Wire, Intocable recopila los testimonios de una treintena de personas que conocieron y sufrieron a un hombre que reinó en el hedonista Nueva York de los 90. Todos querían asistir a sus fiestas, todos mataban por entrar en la órbita de su compañía Miramax, bautizada con el nombre de sus padres, Miriam y Max. Aquel chico gordo de Queens, que empezó como promotor de conciertos a finales de los 70 junto a su hermano Bob, hizo realidad sus sueños de fama y fortuna desde un despacho de Tribeca. En 1993, Disney compra Miramax y su dueño dispone de libertad creativa absoluta arriesgando dinero ajeno. Los negocios los afrontaba con la misma audacia y ánimo dictatorial que sus prácticas de violar a las actrices y asistentes que se cruzaran en su camino. Todos daban las gracias a Harvey en los Oscar, incluida Penélope Cruz, que en 2009 ganó la estatuilla por Vicky Cristina Barcelona, coproducida por The Weinstein Company, la productora que montaron los hermanos cuando Disney se desembarazó de ellos por 140 millones de dólares. Poco después, ‘The New Yorker’ trazó un perfil del monstruo donde ya aparecían los acuerdos de confidencialidad con mujeres para evitar las denuncias. Aun así, las estrellas, los agentes y los dueños de los estudios siguieron haciendo la vista gorda.

En el 2017 todo salta por los aires cuando el New York Times demuestra cómo el productor pagó durante décadas a mujeres acosadas gracias a la labor del periodista de investigación Ronan Farrow, hijo de Mia Farrow. Más de 80 mujeres, incluidas stars de primera fila como Gwyneth Patrow, Angelina Jolie, Mira Sorvino y Rose McGowan, le acusan de abusos sexuales. El terremoto del #MeToo desborda del ámbito del cine y cambia para siempre la cultura tóxica del abuso en las relaciones laborales. «Ahora, un año después, los éxitos del #MeToo están en riesgo de ser eclipsados, ya que el caso criminal contra Weinstein parece considerablemente más precario que hace nueve meses, cuando fue acusado por primera vez», lamenta Ursula Macfarlane. «Por eso parece más oportuno que nunca mostrar la patología de un hombre que pasó toda su vida acaparando poder, abusando de los vulnerables y encubriendo sus escándalos. Todo esto en la industria cinematográfica, en la que estoy orgullosa de trabajar».

La agresión a una asistente de producción cometida en el 2013 y la violación el mismo año de una mujer que permanece en el anonimato son los dos únicos delitos por que Weinstein, que no ha pisado ni una hora la cárcel, está imputado. El 9 de septiembre debía celebrarse el último juicio, pero la aparición de nuevas acusaciones de la actriz Annabella Sciorra, que denuncia una violación en 1993, ha aplazado la audiencia al 6 de enero.