Los correcaminos del coronavirus

Marta López CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

ANA GARCIA

Ellos viven en primera persona la desolación y el distanciamiento social. «Hai medo», dice una de ellas

25 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Eso de la compra a domicilio se inventó en el rural mucho antes de que se le ocurriese a gigantes como Amazon o eBay. Pan, pescado, productos de ultramarinos, bombonas de butano, gasoil agrícola... La dispersión geográfica y las carencias de transporte se llevan mejor con esos repartidores rurales que acaban convirtiéndose en confidentes, informadores o simplemente alguien con quien charlar cada mañana. Y esta pandemia les salpica de lleno.

Mientras buena parte de la población permanece encerrada en sus casas, los panaderos siguen echándose a la carretera para hacer llegar un trozo de pan calentito a cada domicilio. Son decenas de kilómetros que hacen ahora en la más absoluta soledad y con la resignación de que ya nada es como era. «Estouno levando bastante mal, con moita angustia», dice Mari Carmen Díaz, de Pan Ignacio (Vimianzo). «Faise difícil ter que apartar duns e doutros, e non ver xa á xente, pois moitos xa che poñen a bolsa na porta para que lles deixes alí o pan», añade.

Ella reparte por la zona de Cee, tanto a particulares como a supermercados, ataviada con guantes, mascarilla y un bote de alcohol con el que rocía y desinfecta las monedas. Y, por encima de todo eso, el distanciamiento social: «É xente coa que tes confianza, faise moi estraño».

«Isto causa moita angustia. Nós tamén temos familia e estamos seguido na rúa» 

Desde que empezó el confinamiento, Mari Carmen tiene unas diez casas más a las que llevar el pan cada día. En general, todos sus clientes han entendido las medidas y las respetan, pero se palpa la preocupación. Ella misma la vive: «Isto causa moita angustia, pois nós tamén temos familia e estamos todo o tempo na estrada». Ella vería más práctico hacer el esfuerzo por concentrar el reparto en dos o tres días a la semana, para no estar continuamente expuestos.

A la mitad

Desde la panadería Élida Mesejo, cuenta Tania Suárez, también llevan «como se pode» esta insólita situación. Protegidas, sí, pero con la dificultad de encontrar material: «Non é que haxa moitas máscaras, precisamente», se queja. Reparten por la zona de Nostián, en A Coruña, pero también por Cereo y Valenza, Coristanco, con tres furgonetas.

Aunque el volumen de ventas a domicilio no ha decaído, la cancelación de las ferias ha reducido sus ingresos a la mitad. Solían ir a Carballo, Paiosaco y Santa Comba, lo que sumaba bastantes citas al mes. «Veremos a ver como saímos, temos que ir improvisando e aprendendo sobre a marcha», dice Tania, que, al igual que la repartidora de Pan Ignacio, percibe bastante nerviosismo en el ambiente. «É caótico, moita xente xa sae á rúa protexida».