«Los pescadores de lamprea somos una especie en extinción»

SOCIEDAD

M.MORALEJO

Moisés Freiría lleva treinta años dedicándose a ello. En sus comienzos, asegura, eran 18 los vecinos de O Baixo Miño que ejercían el oficio. Hoy, solo quedan dos capturando la especie en el río

26 ago 2020 . Actualizado a las 22:37 h.

La lamprea está considerada una de las especies de río con más historia y tradición en las corrientes fluviales de Galicia. Los comensales que se atreven con este bocado ancestral suelen discrepar: o bien seduce el paladar, cual manjar de los dioses, o bien lo repugna. Moisés Freiría (Tui, 1961) es de los primeros, obviamente. Porque lleva tres décadas pescando esta especie en el río Miño, algo de lo que ya casi nadie puede presumir a este lado de la raia. «Somos una especie en extinción», afirma con rotundidad.

Su relación con las serpientes del Miño comenzó a raíz de la compra de un barco de pesca. «El comandante me dijo que era una pena no hacer nada con él. La pesca de lampreas, además de las angulas, era el oficio profesional en la zona fluvial del sur de Pontevedra », recuerda Freiría. Y así comenzó. «Hoy en día sigo saliendo a pescar porque disfruto, no por negocio», confiesa el también propietario de una farmacia.

A lo largo de los años noventa, los métodos de captura de angulas fueron modernizándose, lo que acabó conllevando la escasez de esta especie en el Miño. Los pescadores de entonces ciñeron sus redes a la captura de la otra pieza fluvial más cotizada de la zona. «En aquella época salíamos hasta 18 embarcaciones en pleno invierno en busca de lampreas», rememora este pescador tudense. «Hoy en día apenas quedamos dos», destaca.

Esa pareja de pescadores miñotos que continúan ejerciendo su oficio en el tramo internacional del río suelen salir, generalmente, de noche. «En la desembocadura, el animal está algo más adormecido por la confluencia del agua dulce y el agua salada. Pero a esta altura la lamprea ya está algo más espabilada. Necesitamos la oscuridad para pillarlas algo más despistadas», explica.

Moisés Freiría, al que el oficio de pescador de lampreas no le vino por tradición familiar, asocia la falta de compañeros de faena con las normas impuestas a los pescadores del tramo español para la práctica de esta actividad. «Por cada viaje que hacemos tenemos que darnos de alta en la Seguridad Social y en Hacienda, además de dar parte a la lonja de A Guarda de que vamos a salir a pescar», indica. Y no queda ahí la cosa. «Además, debemos notificarnos como pescadores y como vendedores de pescado», continúa. En caso de que vayan dos, tienen que asegurarse ambos. En este sentido, Freiría considera que «los portugueses tienen unas condiciones más favorables», por lo que «son mayoría».

«Cada mes pagas al menos 500 euros por pescar lampreas», calcula. Este desembolso de partida no suele compensar con relación a las expectativas de capturas y ventas. «En los últimos años he salido a pescar a mitad de temporada, hacia el mes de marzo», dice Moisés. «En un año como este, que no ha sido bueno, igual logro capturar dos o tres lampreas por salida», prosigue. El precio de ejerce este oficio tradicional es muy alto: «A esta altura del año suelo venderlas por 15 euros», alega el vecino de Tui.

La mayoría de las capturas las acaban cocinando «en familia» y dando cuenta de ellas sentados a la mesa. «Mi receta favorita es a la bordalesa», es decir, troceada y guisada a fuego lento. Las que va vendiendo ayudan a sufragar gastos.