Al final, todo caerá en el olvido, pero antes, los vulnerables serán reticentes a las distancias cortas, mientras los jóvenes seguirán en la frontera del riesgo

Pablo Gómez Cundíns
Periodista con más de dos décadas de experiencia en información deportiva y gastronómica.

«Es muy posible que el uso de mascarillas en exteriores se pueda reducir en no muchos días». Esta frase del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, volvió a reactivar en mayo la cuenta atrás hacia la ansiada y supuesta normalidad. Pasados un par de meses y con la vacunación rozando el objetivo del 70 %, resurgen preguntas que la sociedad lleva planteándose un año y medio. ¿Cómo será el trato con el prójimo cuando la pandemia pase?

Para el psicoanalista y psicólogo clínico Manuel Fernández Blanco, aunque la relajación de las medidas de protección contra el covid se están realizando solo bajo determinadas condiciones, el anuncio tiene un efecto diferente, en función de la experiencia subjetiva frente a la pandemia. «El deseo y anhelo del que quiere que suceda cuanto antes le hace confundir deseo con realidad y le aplica un efecto temporal inmediato, como si se achicase la temporalidad y ya se pudiese relajar. Esto, en otros produce alarma, especialmente en los más sensibilizados porque han vivido en carne propia los efectos del virus», describe. «Pero ese momento de normalidad llegará, tarde o temprano, gracias al proceso de vacunación. Y está claro que un resto o poso va a permanecer. No hay que olvidar que esta crisis ha llevado a vivir el cuerpo del otro como una amenaza. Nuestra salud puede verse amenazada por el contacto físico y la proximidad del otro. Esto favorece un cierto racismo de los cuerpos. Es un fenómeno peculiar», analiza.

Sin embargo, este fenómeno no se da en todas las franjas de edad. «Los jóvenes, principalmente y no todos, lo perciben de otra manera porque hay una cierta negación. Ven el cuerpo ajeno (el contacto, la proximidad, el abrazo) como deseable, para estar bien», relata. «A mayores, el joven se cree inmortal y eso le lleva a despreciar el riesgo del contacto. Puede más la satisfacción inmediata que la prevención, lo que lleva al desafío. Aunque la realidad ha demostrado que ningún joven está libre de peligro y la edad media en hospitales es cada vez más baja», apunta. «La gente más mayor cree más en la muerte y no le lanza ese desafío. El avance de los años hace ver ese horizonte más real, aparte de que otorga una actitud más tranquila ante la vida», añade.

«¿Eres saludable?»

Manuel Fernández Blanco considera que este proceso llevará un tiempo. «El ser humano olvida y si la situación se normaliza, probablemente la pandemia irá cayendo en el olvido, incluso más de lo que fuese necesario, ya que ciertas medidas de prevención no estaría de más que se mantuviesen frente a otras dolencias», avanza. «La Humanidad ha vivido más pandemias y tendemos a negar lo que contraría el principio de placer y deseos. El covid-19 cambiará los hábitos sociales. La pregunta ‘¿Eres saludable?' en sus dos acepciones estará en la mente de las personas durante un tiempo», concluye.

La profesora de Ciencia Política y Sociología de la USC, Mar de Santiago, cree que «aquela vida considero que tardará moito aínda en voltar tal e como a coñecíamos: hábitos sociais, prácticas, comportamentos, rutinas, …; e se cadra , mesmo xa nin volve».

Mundo hostil y conflictos bélicos

«A magnitude da pandemia púxonos nun mundo diferente, por hostil, novo, como de ciencia ficción. Supuxo un cambio brutal como corpo social e comeza outro ciclo onde temos que convivir con este tipo de ameazas, porque o risco e a incertidume xa viñeron para quedarse», analiza.

«Ben é certo que cumprimos como sociedade de forma maioritaria. Somos quen de adaptarnos (isto quedou demostrado, o demáis son excepcións como xa acontecía na sociedade que habitábamos antes da chegada deste virus); polo tanto aí hai un compoñente máis individual. En definitiva, vainos costar tempo. E teremos que, ou ser impulsivos e deixarnos levar, ou prepararnos reflexivamente para actuar no novo mundo», apunta.

Respecto a los conflictos bélicos que asolan amplias zonas del mundo en plena lucha contra la pandemia, lamenta: «Non hai respeto aos dereitos humanos nin no medio dunha pandemia mundial. É incrible, cando aínda non se resolveron otras guerras e crises humanas. Semella dunha frivolidade e dunha maldade incompatible coas costuras dunha sociedade que debera aprender do que nos está a pasar», concluye.

La vacuna, escudo de los mayores contra el miedo; mientras la infancia regresará ansiosa al 2019

Pertenecer a un cierto grupo de edad condiciona la percepción y el comportamiento frente a la adaptación a la normalidad. En ambos extremos de la pirámide poblacional, los mayores y la infancia, pero con un denominador común: las ganas de regresar al 2019.

Lo explica César Bugallo, presidente Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer e outras demencias de Fisterra e Soneira (AFAFES). Ya han retomado el programa de vida activa, presencialmente, por ejemplo en Vimianzo y en los ayuntamientos que lo han solicitado. «Notamos que os maiores están motivados. Non hai tanta afluencia como antes, pero percibimos que o botaban de menos. Pensei que ían ser máis temerosos, pero estar vacunados dalles sensación de seguridade. Penso que iso é indicativo de que os maiores tenderán a recuperar a normalidade de antes, en xeral, aínda que houbese ausencias», explica el gerontólogo.

Incluso han tenido que desdoblar los grupos para cumplir con las normas anticovid. «Manter os grupos burbulla contribúe tamén á reforzar a sensación de seguridade, de xeito real ou on. Esa sensación é a que lles anima a estar máis participativos, sen medo ó contacto físico», relata.

Desde la Plataforma de Organizacións de Infancia de Galicia su presidente, Xesús Vilas, explica que «existe certa preocupación respecto dos efectos nocivos que o confinamento poida ter na saúde física e mental dos nenos a curto e longo prazo. As primeiras investigacións amosan cambios no comportamento, manifestacións de estrés e ansiedade, en especial na infancia que máis sufríu a pandemia como son os nenos de colectivos máis vulnerables». «Outros factores a ter en conta son o sedentarismo e a exposición desmedida ás pantallas, os cales propician unha disminución das relacións interpersoais. Débense incrementar os estudos focalizados nas consecuencias do confinamento e promover medidas que mitiguen os efectos perxudiciais que xa se están a ver na infancia e adolescencia para voltar a situación anterior da pandemia», añade.

«É imprescindible que a infancia e adolescencia socialice cos seus iguais. Estas relacións son fundamentais para un bo desenvolvemento dos nenos mediante a súa estimulación intelectual e social. Un dos lugares clave nos que se debe de asegurar estas relacións son os centros educativos mediante a presencialidade da educación. Tamén débense ter en conta outros espazos de esparcimento e socialización para a infancia como poden ser as actividades de tempo libre e os parques», advierte.

Xesús Vilas afirma que «hai que centrarse na prevención da pobreza infantil ante a situación da caída de ingresos nas familias: pedir que se afonde nas políticas para asegurar necesidades básicas de alimentación, saúde e vivenda dos colectivos máis vulnerables». El presidente de la Plataforma asegura: «Débese seguir reforzando o sistema para asegurar unha educación presencial de calidade e segura con medidas que poidan paliar o desfasamento que a pandemia produciu nos nenos e adolescentes das familias con menos recursos». «Cando lle facemos esta pregunta á infancia ela teno claro: quere participar nos temas que lles incumben, porque as decisións de hoxe comprometen o seu futuro», zanja.