Las borrascas Armand y Béatrice dibujan un retrato sobre cómo se distribuye la lluvia en la comunidad
27 oct 2022 . Actualizado a las 09:00 h.Hay un dicho popular gallego que dice: «cuando Vigo trabaja, Santiago reza y A Coruña se divierte». La versión meteorológica de este famoso dicho elaborado a partir de los diferentes términos que ofrece el gallego para referirse a la lluvia podría quedar algo así. «Cuando en Vigo bátega, en Santiago babuxa y en A Coruña parruma».
Bátega proviene del latín y significa batir. Describe un tipo de precipitación de carácter torrencial, justo como el que suele caer en la ciudad olívica. Sin ir más lejos durante la madrugada del sábado al domingo, la lluvia se presentó con mucha fuerza. En Vigo se recogieron 33 litros por metro cuadrado en pocas horas.
Babuxa alude a la palabra «baba» y suele utilizarse en días grises de lluvia persistente, tan habituales en Santiago. Es una precipitación que se caracteriza por su duración en el tiempo y que también permite elevar los pluviómetros en la capital gallega, aunque un poco menos que en Vigo y Pontevedra.
Y mientras en Vigo diluvia, en A Coruña la precipitación es más débil y menos persistente. El gallego tiene muchas palabras para usar en este contexto meteorológico como parruma y orballo, del latín «orbus» que quiere decir ciego, en alusión a las nubes bajas que generan un ambiente con poca visibilidad.
Las precipitaciones de los últimos diez días asociadas a las borrascas Armand y Béatrice han vuelto a ofrecer un retrato sobre cómo se reparte históricamente la lluvia en Galicia. Un debate que está más que superado, pero que en épocas de sequía viene bien recordar para no olvidar quiénes somos. Vigo lidera la cantidad de agua acumulada hasta hoy. Le sigue muy de cerca Pontevedra. Santiago cierra el podio.
Los ciclones extratropicales que se forman en el Atlántico norte giran en contra de las agujas del reloj. Suelen situarse entre la Península y el Reino Unido. Sus vientos soplan del suroeste y empujan a los frentes, las estructuras largas y estrechas que contienen la mayor cantidad de agua, hacia el norte de Portugal y la costa sur de Galicia. Es precisamente aquí donde más llueve de toda la Península. Esto explica por qué en Vigo y Pontevedra se acumula tanta agua.
El frente avanza y cuando llega a Santiago la precipitación sigue siendo persistente, pero cae con menor intensidad. Por ello se acumula un poco menos. Y mientras tanto en A Coruña todavía no han tenido que sacar el paraguas. Los frentes del suroeste descargan en la ciudad herculina prácticamente la mitad que en Vigo y Santiago. Incluso llueve más en Lugo. El único lugar que queda el margen de este debate es Ourense. La orografía juega además a favor de la ciudad de As Burgas. Los frentes se ven obligados a ascender mientras cruzan la provincia de Pontevedra y pierden mucha humedad al pasar a la provincia vecina.
El futuro de la lluvia
La comunidad científica señala que la atmósfera podrá contener de media un 7 % más de humedad por cada grado centígrado que aumente su temperatura media. Es decir, la atmósfera del futuro será más húmeda que la actual. La evolución de la precipitación en Galicia, como en el resto del mundo, dependerá de si se produce o no una transición energética.
En este sentido, las proyecciones climáticas trabajan con dos escenarios. El primero se conoce como «business as usual», el más pesimista, en el que básicamente no cambia nada. El otro tiene en cuenta políticas de mitigación que frenan la tendencia ascendente de los gases de efecto invernadero. El proyecto AdapteCCa.es del Ministerio de Transición Ecológica permite conocer el progreso de diferentes variables a lo largo del presente siglo en base a estos dos escenarios.
Los modelos no aprecian un cambio significativo en la cantidad de lluvia que ya cae anualmente en la comunidad gallega. Ni siquiera en el peor de los futuros aumentaría demasiado. Si no se realizan avances en materia de mitigación, a finales de siglo solo llovería algo más de 200 litros más por metro cuadrado al año. Una cifra discreta para un clima tan húmedo como el nuestro. En el escenario más optimista la media anual se reduciría un poco porque entrarían en juego otros factores como la variabilidad natural.
Donde sí se aprecia un cambio mucho más notable es en el número de días de lluvia, que se reducirían más de veinte en el peor de los casos. Por tanto, si la cantidad de precipitación no cambia demasiado, pero sí la distribución en el tiempo, lo que está en juego es el tipo de lluvia. Los modelos prevén que las precipitaciones estarán más concentradas en una cantidad de días inferior a la actual, acentuando las sequías en los meses secos y las lluvias torrenciales en los meses húmedos.
El cambio climático no solo puede propiciar la extinción de especies animales y vegetales. También puede borrar del diccionario palabras y conceptos que trascienden el ámbito de lo meteorológico, como es el caso de orballo o chirimiri en Galicia. Esta lluvia tan característica, de tipo débil y persistente, será sustituida en el futuro por una precipitación más intensa. Es decir, habrá menos poalla y más bátega.