Benedicto XVI, el papa elegido para salvar a la Iglesia de su debilitamiento

Valentina Saini VENECIA / E. LA VOZ

SOCIEDAD

Alessandro Bianchi | REUTERS

Hizo todo lo que pudo para cambiar la Curia: luchar contra la pederastia en el clero, pedir perdón explícitamente a todas las víctimas y actuar proactivamente contra lo que él llamó «suciedad» en la Iglesia

31 dic 2022 . Actualizado a las 16:26 h.

El papa emérito Benedicto XVI falleció con 95 años a las 9.34 horas del último día del 2022. El número 265 de los papas de la Iglesia católica se retiró en el 2013 al antiguo monasterio de monjas de clausura Mater Ecclesiae de la Ciudad del Vaticano, tras su renuntiatio muneris, como se denomina la renuncia al papado: un gesto extraordinario que no se producía desde la época del papa veneciano Gregorio XII, en 1415. Y fue justamente en el Mater Ecclesiae donde falleció Ratzinger, enfermo y ya anciano. Fue el papa más longevo en la historia de la Iglesia Católica —León XIII falleció a los 93 años—.

La muerte de Benedicto XVI conmocionó a los italianos y a los dirigentes políticos. La jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, le definió como «un gigante de la fe y la razón, un hombre enamorado del Señor que puso su vida al servicio de la Iglesia universal». Para Camillo Ruini, cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana de 1991 al 2007, Benedicto XVI fue «el papa de la relación entre fe y razón, que comprendió hasta el fondo cómo este es el problema decisivo del cristianismo en nuestro tiempo». «Personalmente, vivió todo esto como un auténtico hombre de Dios».

El difunto pontífice nació como Joseph Aloisius Ratzinger en 1927 en Marktl, un pequeño pueblo de Baviera, en el sur de Alemania, cerca de la frontera con Austria. Hijo de un policía antinazi y de una cocinera, Ratzinger ingresó en el seminario en 1939, con 12 años. Debido a la guerra se vio obligado a hacer el servicio militar, aunque finalmente consiguió desertar. Con la vuelta de la paz pudo estudiar filosofía y teología, y en 1953 obtuvo el doctorado en teología —con las máximas notas— tras recibir el orden sacerdotal en 1951. Su carrera académica despegó rápidamente y, como teólogo joven pero capaz, participó en el Concilio Vaticano II. En 1977 fue consagrado arzobispo de Múnich y Frisinga y, poco después, Pablo VI también lo hizo cardenal. En 1981, Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (conocida como Santa Inquisición hasta 1908). Tras la muerte del pontífice polaco en el 2005, Ratzinger fue elegido papa.

La noticia de la elección de un papa alemán fue una sorpresa para el mundo: la Iglesia Católica no había estado dirigida por un nativo de Alemania desde principios del siglo XI. Ratzinger eligió el nombre de Benedicto XVI: apropiado, teniendo en cuenta que, al igual que el que fuera papa en los trágicos años de la Primera Guerra Mundial, tuvo que hacer frente a las consecuencias geopolíticas de las intervenciones militares estadounidenses en Asia Central y Oriente Próximo, a la guerra del Líbano y a la guerra civil en Siria.

Según fuentes bien informadas, la elección de Ratzinger al papado fue decisiva para salvar a la Iglesia de un ulterior debilitamiento. Como informó en el 2015 el experto en estudios bíblicos Silvano Fausti, el cardenal Martini, arzobispo de Milán y referente de los católicos más progresistas dirigió sus votos hacia Ratzinger durante el Cónclave, evitando que la batalla de votos entre los cardenales «progresistas» y los «conservadores» desembocara en la elección de un prelado más interesado en el poder que en el bien de la Iglesia. Lo único que Martini pidió a Ratzinger, cuya inteligencia y honestidad estimaba, fue que reformara la Curia. Según otros, el cardenal Bergoglio —elegido elegido papa tras la renuncia de Benedicto XVI— dio un paso atrás como candidato de los «progresistas» y apoyó convencidamente a Ratzinger.

Benedicto XVI hizo todo lo que pudo para cambiar la Iglesia y la Curia: luchar contra la pederastia en el clero y pedir perdón explícitamente a todas las víctimas; y actuar proactivamente contra lo que él llamó «suciedad» en la Iglesia. Fue una batalla difícil, la del pontífice alemán. Pero a pesar de no conseguir todos sus objetivos, con su actuación rigurosa y decidida Benedicto XVI allanó el camino para las reformas llevadas a cabo por su sucesor, Francisco.

La Santa Sede informó este sábado por la mañana de que el cuerpo de Ratzinger será expuesto en la Basílica de San Pedro para la despedida de los fieles desde el lunes 2 de enero hasta el 5 de enero, cuando el funeral, calificado de «solemne pero sobrio», será oficiado por el papa Francisco. Al mediodía, la agencia de noticias italiana Ansa difundió una parte del testamento del papa emérito, que se publicará en un libro cuya salida está prevista para principios de enero: «¡Manteneos firmes en la fe! No os dejéis confundir... Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todos sus defectos, es verdaderamente su cuerpo»